Las barreras arquitectónicas son nuestro pan de cada día. Hay leyes, promesas, inauguraciones con lacito y foto. Hay algunos cambios, pero siguen siendo insuficientes.
Óscar Jiménez, usuario en silla, denuncia en su cuenta de twitter las irregularidades que se va encontrando a diario. Asegura que hay mucha falta de información, empatía y sensibilidad.
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Yo aún puedo andar. Y Virgencita que me quede como estoy. Pero al trabajar y estudiar el campo de la diversidad funcional y ser una persona con discapacidad me ha hecho abrir los ojos y ver bordillos donde debería haber rampas, ver escaleras donde debería haber ascensores o ver WC transformados en trastero donde debería haber WC adaptados.
Mucho se ha hablado de barreras arquitectónicas en este blog y en otros espacios, pero nunca es suficiente para cambiar la realidad, según parece. Y es que si miramos a nuestro alrededor, vivamos donde vivamos, estamos rodeados de muros y barreras que nos impiden vivir con dignidad.
Óscar Jímenez es de Vilafranca del Penedès, en Barcelona. Este intrépido catalán recorrió en silla de ruedas los cerca de 700 kilómetros del Camino de Santiagodesde Roncesvalles a la capital gallega. Sin embargo, ahora se enfrenta a un nuevo reto: las barreras arquitectónicas de su localidad. Desde su perfil de twitter denuncia las dificultades con las que se encuentra cada día. Ya no es sólo que las aceras no tengan rampas, si no el estado del asfalto, que destroza piezas de su silla, como los ruedines y el descuadre del chasis. Además, ya no sólo se trata de una cuestión de retrones, sino de madres y padres con carritos de bebés o carros de la compra que también se las ven con estos “palos en las ruedas”.
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