jueves, 21 de abril de 2016

FAMILIAS COMPARTIENDO por: SILIA GONZALEZ


Mi embarazo fue totalmente normal, todos estábamos muy emocionados, apenas tuve a mi bebé en mis brazos supe que algo andaba mal (y no exagero ni tantito), dormía tanto que teníamos que despertarlo para comer y no hacía el más mínimo esfuerzo por moverse o quejarse, sin embargo no detectaron nada inusual en el hospital, los resultados del tamiz neonatal no arrojaron nada y cuando visitó al pediatra nos dijo que tenía todos sus reflejos y eso indicaba que neurológicamente estaba bien... Aún así, tanto su papá como yo seguíamos muy preocupados. A los dos meses encontraron las causas: nació con dos lesiones cerebrales severas, microcefalia y lisencefalia que provocaron retraso psicomotor y epilepsia. Por supuesto el panorama era desolador, si acaso vivía hasta los dos años no sería más que un bultito tirado en la cama...
Mi esposo y yo, lejos de entristecernos nos liberamos, al menos el monstruo ya tenía nombre. A los cinco meses el diagnóstico fue Síndrome de West, para ese entonces Yahel convulsionaba unas 300 veces al día y tomaba 3 anticonvulsivos en sus cantidades máximas para su edad.

En estos cuatro años hemos tenido de todo, hemos pasado por cinco hospitalizaciones graves, tres neumonias, un sinfín de estudios, tratamientos y terapias. Definitivamente hay un antes y un después de Yahel, no sólo para mi esposo, mi hijo mayor y para mi, sino para toda la familia y amigos. No sé cómo le hace, pero tiene la capacidad de provocar amor incondicional entre nosotros. El nos guía todo el tiempo, abre los caminos y nos pone en el lugar adecuado. Ojalá pudiera plasmar con palabras la profundidad de lo que él representa para nosotros.
No todo ha sido horrible, ni tampoco ha sido tan increíble. Hay momentos claro que quiero salir corriendo y la verdad los tengo bien seguido, pero hago recuento rápido de los logros de mi niño: come por boca y escupe la comida que no le gusta, se carcajea cuando juegas con él, no entiendo bien qué dice pero balbucea bastante. Hace mucho de lo que dijeron que no haría.
¿Quién soy yo para no seguir su ejemplo? Las cosas no siempre salen como se planean, yo quería un niño sano a quien mostrarle el camino, que ironía que un niño con discapacidad vino a mostrarme el camino a mi...

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