JANIRA GÓMEZ MUÑOZ
DOMINGO, 2 DE FEBRERO DEL 2014
Dolors Rimalau, entre su madre, Dolors, y su marido, Jordi, a quienes cuida.
Dolors Rimalau tiene 62 años y tenía otros planes para su jubilación. Después de trabajar como educadora en una guardería, no esperaba convertirse en enfermera de su madre, Dolors Asensio (90 años), y de su marido, Josep Rocabert (63 años), a jornada completa y sin estar reconocida por ello. «Es lo que me ha tocado y me va a tocar vivir», explica, apenada por la situación de ambos. Los cuida con amor, y la familia trata de sobreponerse a las enfermedades de cada uno, en especial a la de Josep; en agosto del 2012 el Hospital de Bellvitge le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Un golpe muy fuerte.
De momento, solo la madre de Dolors recibe una ayuda, desde el 2010, ya que tiene reconocido un 65% de dependencia. Sufre artrosis en una rodilla y en las manos y a duras penas puede caminar y desenvolverse por su cuenta. Lo que en un principio eran 300 euros, con los recortes se ha quedado en 250. De la misma forma, la asistente que le envía el Ayuntamiento de Terrassa para ayudarla en el aseo se queda ahora menos tiempo (una hora y 15 minutos, tres veces a la semana). «Por suerte, solo nos han hecho esta disminución -se consuela Dolors-, y 50 euros no son muchos. Pero el problema es la situación en conjunto. El hecho de que se esté atacando a la dependencia da miedo, y todavía más si miramos al futuro».
Dolors y Josep confían en que, de momento, no vaya a ser necesario pedir la prestación para él. La Fundación Miquel Valls (entidad privada que trabaja con el Hospital de Bellvitge en casos de pacientes con ELA) también está muy pendiente de ellos. Su filosofía ahora es vivir el día a día y ver cómo evoluciona la enfermedad. No obstante, la preocupación viene por que Josep cada vez se siente más flojo («no siente fuerza en las piernas, su musculatura se va atrofiando») y no puede bajar las escaleras de casa. Otro frente para la familia que les obligará, si la crisis se lo permite, a marcharse a una vivienda más funcional.
AYUDA DIARIA / «Pronto necesitaremos ayuda diaria para moverlo y esto me preocupa mucho. Si tienes dinero, muy bien, pero si no… ¿Cómo lo haces? No quiero ni pensarlo», admite Dolors.
Con todo, su caso no es de los más extremos; sabe que los recortes han afectado mucho más a otros dependientes, y encuentra «horrible» que un gran número de personas no puedan acceder al sistema: «Con todas las cosas que sabemos que han pasado, es indignante que dejen sin ayuda a la gente con necesidades».
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