miércoles, 26 de febrero de 2014

A esos padres que no quieren “niños retrasados” en las clases de sus hijos

26 febrero 2014

GTRES
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Jaime estuvo casi tres años escolarizado en un colegio público, el mismo colegio público cercano a nuestra casa al que va ahora mi hija. En marzo del tercer año y tras ser invitados a abandonar el centro le cambiamos a un colegio específico que está a media hora en coche (los días que no hay atasco, que son pocos) y sin ruta. Nos pareció lomejor para él, aunque me hubiera gustado que hubiera estado un año más para coincidir al menos esos meses con su hermana. No pudo ser.
Durante esos casi tres años nunca me he encontrado a ningún otro padre o madre de un compañero de Jaime que me protestara  abierta o veladamente por tener ahí a mi hijo, porque fuera a retrasar el avance del suyo o porque alterara la normalidad del aula. Tampoco me llegaron mediante otras personas. Son críticas que otros padres de niños con autismo sé que se han encontrado. Tal vez las hubiera a mis espaldas, pero es muy posible que no e imagino que en partetuve suerte con la gente, con el centro (uno de esos en los que según llegas a trabajar como profe te dan un perro y una flauta, según la descripción reciente de una mamá que conozco) y en parte nos fuimos antes del momento crítico.
En infantil, salvo que el niño tenga problemas de conducta serios o agreda a otros niños, no suele haber problemas. Se dedican todos a jugar, cantar y pintar. Son pequeños adorables.  No por nada la mayoría de los anuncios solidarios protagonizados por niños con discapacidad intelectual aparecen niños pequeños, no varones adolescentes (lo mismo suele pasar con las campañas de captación internacionales de ONGs, pero esa es otra historia).
La cosa cambia con aquellos padres cuyos niños van avanzando en esos colegios integradores (más o menos integradores en función de recursos y planteamiento), hay más exigencias curriculares, menos paciencia, más problemas. Por eso muchos niños con necesidades educativas especiales se van descolgando hacia colegios especiales (la opción pública, grandes centros con niños con todo tipo de discapacidad y centros específicos), hasta que a la selva social y educativa del instituto apenas llegan muy pocos.
En esa carrera de fondo y de obstáculos hay muchas posibilidades de encontrar trabas administrativas, profesionales poco formados, otros poco empáticos y también algunos con ninguna gana de complicarse la vida. Por supuesto también gente intransigente, corta de miras y llena de prejuicios.
Cómo le ha pasado a la mamá de Arturo, un blog que conozco desde hace años.
A los padres de niños neurotípicos, o normotípicos o normales o cómo demonios queráis llamarles… si vuestros hijos están en un colegio en el que hay niños como Jaime o Arturo (o Sandra, Diego, Alejandro o Gonzalo), no creáis que la educación de vuestros niños se va a ver perjudicada. En absoluto. De hecho, por cursi que suene, puede suponer un importante aprendizaje para ellos (mucho más que saber los ríos de España) y contribuir a su calidad humana. Apoyad a esos padres si os apetece, que falta hace. O ignoradlos cordialmente, que también es una buena opción. Y si esos padres son unos idiotas, pues consideradlos y tratadlos como tales pero dejad al niño en paz.
Y si estáis convencidos de que “tener un niño retrasado en la clase” como una vez dijeron a alquien que conozco (“digo retrasado porque va a retrasar a los demás” quiso arreglar luego) va a perjudicar la educación del vuestro, libres sois de buscar otro centro escolar, que anda que no hay. Los padres de niños como Jaime o Arturo (o Sandra, Diego, Alejandro o Gonzalo) no tenemos esa misma libertad. Hay muy pocos centros, pocas plazas, muchas veces ni siquiera en nuestra misma ciudad, y aun encontrando un centro con una plaza libre dependemos además de los dictámenes de terceros para entrar. Y eso en Madrid. Imaginad en Toledo, Lugo o Soria.
Bastante problemático es encontrarte que hay muy pocos centros, muy pocas plazas, cada vez menos recursos y apoyos, como para tener que andar esquivando zancadillas.

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