Son solo tres kilómetros los que separan la casa de Domingo Presas en Coirós del centro de Betanzos. Solo tres kilómetros que se han convertido en un barrera casi infranqueable para este antiguo conductor al que le fue diagnosticada una miopatía que le ha postrado en una silla de ruedas. La enfermedad le asaltó poco después de estrenar la casa que se construyó en Armea, el hogar en que él y su mujer habían depositado sus ahorros y en la que ahora se siente a menudo "totalmente aislado".
Hasta hace dos años era capaz de andar hasta la marquesina, situada a unos doscientos metros de su portal. Caminaba con dificultades, pero llegaba. Ahora solo puede recorrer esa distancia en silla de ruedas. Un camino que muchas se ve obligado a desandar, denuncia. La frecuencia de los buses es escasa, no suelen estar adaptados y aún a aquellos que lucen el distintivo "hay que llamarlos con dos o tres días de antelación para que no ocupen los asientos".
No es la única barrera que Domingo tiene que sobrellevar además de su enfermedad. Este vecino de Coirós de 52 años tiene reconocida su condición de usuario del servicio de transporte adaptado de la Xunta, el 065, pero no el derecho a recibirlo. Una paradoja difícil de digerir para él y su familia y que el Gobierno gallego se cuidó de deslizar en su resolución del pasado 15 de enero en la que advertía que cubrirá "las necesidades básicas del desplazamiento de los usuarios siguiendo un orden de prioridades". Y las de Domingo no parecen ser las mismas que las del Servizo Galego de Apoio á Mobilidade.
Este vecino de Coirós denuncia que ha presentado hasta tres peticiones para acudir a las sesiones de fisioterapia en A Coruña sin éxito. "Me respondieron que no había posibilidades de servicio", lamenta. Desde la entidad Grumico han presentado varios escritos ante la Xunta para exigir que se garanticen plazas adaptadas en el transporte público. Colectivos que luchan por eliminar las barreras que sufren a diario las personas aquejadas de alguna discapacidad han reclamado insistentemente un servicio de transporte adaptado al centro de salud de los municipios rurales que, como Coirós, carecen aún de este tipo de prestación.
Los días en que no llueve, Domingo se lía la manta a la cabeza, y en compañía de Toro, su perro, recorre en silla de ruedas los tres kilómetros que separan su casa de Betanzos. Quedar con sus amigos para echar una partida a las cartas o acudir al centro social para participar en las actividades y distraerse se ha convertido en toda una odisea. La mayor parte del camino discurre por pistas y carreteras sin aceras. Reside a solo veinte kilómetros de A Coruña, a escasos metros de la carretera principal, pero en su día a día es como vivir en "mitad de la nada".
Las barreras del día a día contribuyen a incrementar su sensación de impotencia. "Ya es difícil tratar de superar lo que tienes y sacar fuerzas para seguir adelante para que aún encima te encuentres aislado", lamenta este vecino de Coirós que sostiene que "lo más doloroso es lo que incumbe a la Administración". Los recortes en los servicios básicos. "Aunque no quieres te someten a un aislamiento. Solo pido que a los que tratamos de tener fuerza de voluntad y tenemos ganas de vivir nos den posibilidades", reclama.
Domingo recurre habitualmente a la ayuda de familiares y allegados en sus desplazamientos. Un apoyo que se ha vuelto indispensable y del que, incide, no todos disponen. "¿Qué pasa si no tienes a nadie?", se pregunta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario