Hace unos días vio la luz el último dictamen del observatorio de la dependencia, organización que está compuesta por los dos grandes sindicatos y asociaciones empresariales del sector.
Enrique Rivas, portavoz plataforma dependencia CLM | Martes, 11 de Febrero de 2014
La profesionalidad es el ejercicio de una profesión con capacidad y eficacia, donde el hecho de desarrollar una actividad no conlleva el arraigo de tener alguna clase de titulación, aunque esta nunca esté de más.
Un profesor que me impartía, entre otras materias, la asignatura de economía, por supuesto economista de carrera, me decía: “la teoría está muy bien, pero la realidad está en la práctica”. Y esta reflexión va cogida de la mano con la definición de la palabra profesionalidad, donde, sin duda alguna, una persona no demuestra su profesionalidad presentando una titulación, sino demostrando que sabe realizar una actividad.
Por supuesto, esto no nos puede llevar a la conclusión de que el estudiar una carrera, módulo o curso, sobre todo en algunas actividades, no sea fundamental para el posterior desarrollo de esa actividad. Pero tampoco podemos caer en el error de que una persona, por no tener titulación, no pueda estar lo suficientemente preparada para desarrollar una profesión, más si cabe, cuando en muchas de ellas el tener, o no, un diploma es simplemente un añadido más.
Prueba de todo esto, entre los distintos ejemplos que podría mencionar, nos lo encontramos en el mundo de la política, donde algunos de nuestros diputados ostentan distintas titulaciones y carreras universitarias. Sin embargo, su dedicación a la política, en algunos casos, les han llevado a no desarrollar la profesión por la cual tienen esa titulación, por lo que, nos podremos encontrar, por ejemplo, con algún consejero de sanidad que no sepa ni siquiera quitar los precintos de una tirita, a la vez que, hay personas que sin titulación son capaces, entre otras cuestiones, de poner inyecciones a sus familiares enfermos con diabetes, poner el oxigeno a sus familiares enfermos con deficiencias respiratorias etc..
La Ley de Dependencia ampara todo esto, puesto que por primera vez, en lo que se refiere al cuidado de personas en situación de dependencia, se reconoce la importancia de la figura del cuidador en el entorno familiar, es más, se le otorga por ley, “Y SIN TITULACION”, la profesionalidad indiscutible que durante años han ido demostrando en el cuidado de sus familiares en situación de dependencia. Prueba de ello, es que se llega hasta el punto de cotizar en la seguridad social por estos cuidadores que, en muchos de los casos, tuvieron que dejar sus profesiones para dedicarse al cuidado de sus familiares, y que gracias a esta gran y necesaria ley se les reconocía el derecho, no solo de su profesionalidad en el cuidado de sus familiares, sino el de poder cotizar para su jubilación. Pero este derecho a poder tener una jubilación digna, como otros grandes derechos, ha sido fulminado por el partido popular.
Hace unos días vio la luz el último dictamen del observatorio de la dependencia, organización que está compuesta por los dos grandes sindicatos y asociaciones empresariales del sector. Un dictamen que a muchos sorprendió por la calificación de sobresaliente que daban a la Comunidad Autónoma de Castilla y León por su desarrollo en la Ley de Dependencia. Pero este hecho, que a otros muchos no nos cogió por sorpresa, denota claramente, como se suele decir vulgarmente, de que pie cojea cada uno. Solamente hay que ver su última nota de prensa, donde la palabra “profesionalidad” parece transmitirles un orgasmo literario muy satisfactorio, a la vez que, los cuidadores en el entorno familiar una urticaria, para saber de que lado están, y, sin duda alguna, no es al lado de las personas en situación de dependencia.
Al igual que la profesionalidad no tiene que ir ligada a la palabra titulación, tampoco tiene porque ir ligada a la palabra interés. Pero, sin duda alguna, es esta última la que ha llevado al observatorio de la dependencia a poner a esta Comunidad Autónoma en el lugar que, tanto por moral como por justicia, no les pertenece. No hay que olvidar que el gobierno castellano leonés está llevando la Ley de Dependencia a la profesionalidad más extrema, donde por decreto, según ellos mismos anunciaron, rebajan las prestaciones en el entorno familiar al 90%.
Y en este punto es bueno el recordar que esta profesionalidad no es gratis, puesto que conlleva el copago y repago de los servicios que prestan, y que, en la mayoría de los casos, son inasumibles para las personas en situación de dependencia, o lo que es lo mismo, si puedes pagar el servicio lo tendrás y sino búscate la vida. Pero tampoco hay que obviar una de las bases fundamentales de la Ley de Dependencia para la cual se creó la figura del cuidador en el entorno familiar, y que no es otra, que el derecho que tienen las personas en situación de dependencia a no ser alejadas de su entorno familiar, por supuesto, siempre que las circunstancias familiares lo permitan. Eso si, a algunos parece importarles muy poco que estas personas estén, o no, con sus familias, demostrando la nostalgia que tienen de décadas ya pasadas donde el encierro y el ocultismo era la solución.
Por todo ello, solo podemos captar en el ambiente el interés empresarial que hay en toda esta situación, el cual está avalado por el observatorio de la dependencia, cuestión que no es de extrañar viendo algunas de las asociaciones que lo componen. Interés que ni siquiera tiene que ver con la profesionalidad de quien preste el servicio, prueba de ello, es como a la vez despiden a los tan necesarios trabajadores sociales y del sector. Y esto nos lleva a lo de siempre: “aquí no importan las personas, importan los inventarios”.
Algunos todavía se sorprenden de la cada vez más potencial desconfianza de los ciudadanos en las instituciones y organizaciones, pero por suerte para esta sociedad a las personas hoy en día no se las engaña con números y tecnicismos. Entre otras cuestiones, porque la verdad y la realidad solo tiene un camino, y este, indiscutiblemente, no es el que ofrece este observatorio con sus dictámenes, al menos en algunas cuestiones.
No sé que diría algún filósofo ante esta situación, pero yo, sin serlo ni pretenderlo, solo puedo decir:
“El simple hecho de encender una mecha puede causar una gran explosión, la cual muchos no tememos porque quizás la única solución pase por resurgir de nuestras cenizas como el ave fénix”.
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