El 25 de septiembre esperaba la llegada del bus 45 en Via Laietana con el Palau de la Música junto a otra persona qu e llevaba, como yo, un andador para desplazarse. Cuando llegó el bus, mi compañero cogió suandador y subió sin problemas por las escaleras. Yo pedí la rampa porque tengo problemas para mantenerme en pie. El conductor se negó alegando que la rampa solo es para sillas de ruedas y gente con bastón. Yo soy joven y con parálisis cerebral que afecta al habla y a un lateral de mi cuerpo. Tras cinco minutos de discusión, el chofer cedió y sacó la rampa. Cuando nos acercábamos a mi destino, el paseo Marítimo de la Barceloneta, apreté el botón para solicitar la rampa. El conductor abrió la puerta sin sacar la rampa y cuando se lo exigí no me hizo caso, cerró la puerta y siguió camino hasta la siguiente parada después de acelerar con tanta violencia que caí al suelo (un pasajero me ayudó a incorporarme). Abrió la puerta sin rampa, alguien sacó mi andador plegado a la calle y yo tuve que bajar sola y sorteando el escalón. No sé si existe una normativa. Lo que sí sé es que es inhumano no abrir los ojos para observar si una persona puede o no subir peldaños. Si el pasajero pide la rampa es porque le es muy difícil acceder al bus.
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