Un día en la vida del adolescente con síndrome de Down sin escolarizar
ANA GAITERO | LEÓN 29/09/2014
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El primer día de clase Rubén no estaba entre los más de 40.000 estudiantes de secundaria leoneses que comenzaron el nuevo curso en los institutos públicos y colegios concertados. Rubén está muy ocupado, pero no en un aula. Es un día de nubes y claros.
Es el cuarto curso sin ir a la escuela. Su madre y su padre reivindican el derecho a la educación inclusiva para Rubén y se niegan a que el chico sea escolarizado en el colegio de educación especial Sagrado Corazón. Por este motivo serán juzgados próximamente, acusados de «abandono de familia».
Rubén Calleja Lucas acaba de cumplir 15 años y su grupo de referencia son los compañeros y compañeras con los que lunes y miércoles por la tarde comparte el programa de iniciación a la autonomía personal de Amidown. Lucía, Eva, Sergio, Daniel, María... tienen entre 15 y 16 años. Lucía y Eva cursan estudios de ESO en sendos institutos públicos, Sergio realiza un curso de jardinería en el IES Juan del Enzina y Daniel y María acaban de empezar el curso en el Sagrado Corazón.
El 2% del alumnado de centros ordinarios tiene necesidades educativas especiales. Según María Luz González, de Stele, cada vez son menos porque se tiende a diagnosticar menos, lo que redunda en menos plantilla de maestros y maestras especialistas. En los institutos la situación para atender al alumnado con necesidades específicas «es más precaria». La decisión de escolarizar al alumnado en centros especiales es tomada por los equipos de orientación educativa.
La vida de Rubén el día de la vuelta al cole comenzó como de la cualquiera de su edad. Madrugar, desayunar, asearse... Pero no hay instituto al que ir. Rubén ya se ha acostumbrado. Es miércoles y tocan actividades en casa en compañía de su madre. El chaval está deseando que llegue la tarde. Está a punto de dar un paso más en su autonomía personal realizando el trayecto de casa a la parada del autobús, frente al IES Giner de los Ríos, sin acompañante para ir al centro de Amidown...
Sentado en la marquesina espera a Eva González, la maestra que imparte el programa y hace la ruta del bus urbano con el grupo. Rubén sabe bien en qué paradas se suben cada uno de sus compañeros y está pendiente de los chicos. Las chicas hacen corrillo con la maestra y hablan de fútbol. Por la noche hay partido en la tele. Están en esa edad en la que chicos y chicas «tienen intereses distintos», apunta la maestra, aunque comparten aficiones. En el trayecto a pie se juntan en los pasos de peatones al parar para ver si vienen coches. «Adelante, como los de Alicante...», dice Lucía con decisión al ver el cruce despejado.
Cada paso que dan forma parte de su aprendizaje para vivir con autonomía. El grupo se conoce desde hace cinco años. Coinciden en las actividades de Amidown.
Para empezar la tarde, les proponen contar sus vacaciones. Momento emocionante. Sergio estuvo en Asturias y vio jabalíes. Dani las pasó en Gigosos y en Portilla de la Reina. Eva en Cádiz, Conil, en Sevilla, «a 40 grados», y en Rueda del Almirante. Le encantó el Guadalquivir. Lucía cuenta que hizo dos admigas en Grisuela y también estuvo en las fiestas de Cubillas de Rueda. Rubén fue a Cádiz, a la playa y a la piscina... No tocan el tema de la escuela para que Rubén no se sienta mal. «Quiero ir, sí», contesta al preguntarle.
Reparto de tareas
El tiempo vuela y hay que hacer la lista de la compra. Ponen el dinero en común, hacen cuentas y hacen la lista de la compra. Sergio no tolera la lactosa y el grupo se adapta. Lo demás se consensúa: Plátanos, jamón york, pan de molde y zumos. Se organizan dos grupos y se distribuyen las tareas antes de encaminarse al supermercado.
El cielo oscurece. Rubén mira a las nubes grises, casi negras y repite de vez en cuando: «Va a llover». Anticipa el chaparrón que caerá en menos de una hora. El tiempo justo para preparar la merienda, comer y dejar la cocina del centro recogida y sin migas. Aquí las tareas se reparten por igual. «En mi casa también lo hacemos», apunta Eva. «Sí, podrían enseñar a muchos chicos y chicas de su edad», asiente la maestra.
Es el segundo año del taller de promoción de la autonomía y los avances son evidentes. Suelen evitar las conversaciones sobre temas de escuela para que Rubén no se sienta incómodo. Sus compañeros conocen la situación. Rubén también sabe y responde cuando se le pregunta: «Sí, quiero ir a la escuela».
Pero, un curso más, no tiene compañeros de aula. El programa de Amidown es la única actividad que realiza con personas de su edad. «Le viene muy bien el grupo porque necesitan el contacto con sus iguales», indica la maestra.
Rubén regresa en el autobús. No quiere que llueva para ir solo a casa desde la parada. Pero aún pintea y Alejandro, su padre, le espera con el paraguas.
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