Primero fue el vértigo. El miedo a no estar a la altura de una niña con la respiración atrapada en una máquina y el cuerpo sujeto a una silla de ruedas. Pero los profesores del colegio público de As Covas, en Meaño, embridaron sus temores y decidieron hacer camino al andar. Su viaje dura ya ocho años: los ocho cursos que Nerea, a la que de bebé diagnosticaron una enfermedad neuromuscular degenerativa, lleva en el centro.
La niña desembarcó en el colegio con tres años y medio, una larga lista de problemas médicos y muchas capacidades que su familia no quería ver languidecer entre cuatro paredes. Así que Mercedes, la madre coraje de esta historia, decidió matricularla en un centro público que queda a tres minutos de su casa. «Pensei que me ían poñer problemas, pero nos profesores nunca atopei unha mala palabra, un mal xesto. E iso que ao principio o pasaron mal. Tiñan medo, é lóxico, falamos dunha nena que ten problemas moi graves. Eu tamén tiña medo. Durante moito tempo pasaba a mañá a chamar para ver que todo ía ben». Ahora ya casi no lo hace. A fin de cuentas, en el colegio están «os segundos pais» de su hija.
Esta familia integrada por profesores, orientadores, cuidadora, enfermera y niños, muchos niños, ha ayudado a Nerea a transformarse en esa alumna alegre que lanza una declaración de intenciones desde la mochila que lleva a la espalda de su silla de ruedas: «No soy tu princesa».
Y es que, no, Nerea no es una princesa. Ni un ángel. Tampoco es un problema, ni un conjunto de máquinas que se estropean y pitan. «Nerea é unha nena de once anos», resume la orientadora del colegio. Una niña con la que los profesores decidieron «facer exactamente o mesmo que facemos cos demais alumnos: axudala a evolucionar, a que sexa unha persoa feliz, con autoestima, que se sinta capaz de participar e que o faga». Y es que en el colegio de As Covas saben que el éxito académico de cada uno de sus 161 estudiantes está íntimamente ligado a su crecimiento emocional, a su motivación, y a la red de apoyos que logre tejer con sus compañeros.
Esa filosofía educativa, bien enraizada en el centro, facilitó la incorporación de Nerea a la comunidad educativa. También ayudó que los profesores estuviesen acostumbrados a trabajar como un gran equipo. No les queda otro remedio: cada vez son menos maestros, cada vez son más obligaciones. Así que, en As Covas, todo el mundo hace de todo. Por ser, los profesores son hasta conserjes y se encargan de abrir puertas, cambiar bombillas y atender al teléfono.
Esos maestros todoterreno estaban acostumbrados a hablar. Y sobre Nerea hablan mucho. Hablan con la familia, hablan con los terapeutas que atienden a la niña fuera del colegio y hablan entre ellos. «Mantemos reunións periódicas para ver como evoluciona, que cambios experimenta, que necesidades que detectamos...», explica el director del colegio, Pedro Padín. En este caso, las palabras no se las lleva el viento. Como están cargadas de energía, se transforman en cosas concretas. Ellos idearon una suerte de guante que permite a Nerea utilizar su única mano funcional para mover el ratón sobre un tablero adaptado a sus necesidades. Cuando lo probó por primera vez y logró manejarlo, la vida de Nerea cambió. «Abríronselle moitas portas», dice el director, Pedro Padín.
Aquella conquista disparó los deseos de la niña de seguir haciendo conquistas, de seguir ganando espacios. Y también espoleó el ánimo de los profesores, auténticos alquimistas capaces de convertir un poco de goma eva en una puerta a la libertad. Ellos rastrearon el mercado buscando el mejor pulsador para que pueda clicar con un ligero gesto de cabeza.. Y fueron ellos, también, los que desarrollaron materiales didácticos específicos para que la niña pudiese aprender a leer y a escribir, y los que grabaron cuentos «con voces que recoñecese» para que pudiese leer al mismo tiempo que lo hacían sus compañeros de clase.
«Ter a Nerea na clase ten as súas peculiaridades porque ten unha situación vital distinta. Pero iso soluciónase tendo claro o protocolo de actuación. Se se atasca a máquina ou hai un problema co respirador, utilizamos o walkie para avisar á enfermeira», explica Paulo, el tutor. Asegura que, dejando a un lado esas cuestiones, la niña está perfectamente integrada en el aula. «Os compañeiros viven a situación con naturalidade. Son conscientes das necesidades que ten Nerea e colaboran moito», dice el profesor, que siempre está acompañado en la clase por una maestra que acompaña a Nerea: aunque la niña es una fiera manejando el ordenador, sigue necesitando tener a alguien cerca.
Pero no demasiado cerca. «Con Nerea corres o perigo de intentar axudala tanto, que ao final o que fas é invadir a súa autonomía», explican los docentes. Así que es muy importante saber cuándo frenar, dónde dar un paso atrás para que sea la pequeña la que marque su propio rumbo. «Un día nos dimos cuenta de que a veces empujábamos la silla de ruedas y la llevábamos de un lado a otro sin ni siquiera decirle adónde íbamos», cuenta María, una de las profesoras del centro. Una vez detectado el problema, las cosas cambiaron. Empezaron por informar a la pequeña de cada movimiento. Y ahora ya están en otra fase: «Agora, do que se trata é de que sexa ela a que diga: ?teño clase de música, lévame á aula, por favor?».
Nerea ha repetido un curso, está en quinto de Primaria. Dentro de poco deberá despedirse del colegio del que ya forma parte. «A nosa idea é que faga a ESO, que vaia ao instituto. Pero antes intentaremos que siga aquí todo o tempo posible, todo o que permita a lei», dice su madre. Y es que en el colegio la niña ha aprendido mucho más que a leer y a escribir. Ha aprendido que no hay barrera que no se pueda saltar si tienes el impulso adecuado.
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