Viernes, 4 de Marzo de 2016 - Actualizado a las 06:03h 2 comentarios Mail
El acceso a los trenes de Renfe es a través de unas escaleras que imposibilitan a María Luisa Goikoetxea subir y bajar de los vagones con su scooter. El acceso a los trenes de Renfe es a través de unas escaleras que imposibilitan a María Luisa Goikoetxea subir y bajar de los vagones con su scooter. (Juan Lazkano) Vista: Más texto Más visual El acceso a los trenes de Renfe es a través de unas escaleras que imposibilitan a María Luisa Goikoetxea subir y bajar de los vagones con su scooter. María Luisa se plantea un llamativo acto de protesta parando los trenes. ORDUÑA - María Luisa Goikoetxea acude puntual al encuentro; llega subida en su scooter eléctrico para personas discapacitadas de color azul y protegida de la lluvia con un chubasquero rojo con el escudo del Athletic. Accede a la estación de Renfe de Orduña por un lateral. “¿Me disculpas un minuto? Quiero mirar una cosa”, comenta antes de comenzar la entrevista. A continuación empieza a recorrer de punta a punta el andén hasta localizar un paso en superficie y lo atraviesa sin dificultad. “¡Bien! ¡Lo puedo hacer! Es que mi siguiente objetivo va a ser plantarme aquí en medio y emular a El Langui”, afirma, en referencia al rapero y actor madrileño que hace quince días bloqueó una línea urbana de autobús después de que un conductor le impidiese subir al autocar con su silla también motorizada. El lugar elegido por la vecina de Orduña con problemas de movilidad para una posible protesta simbólica es justo el punto de la red ferroviaria donde termina la línea C3 de cercanías pero es atravesado por otros convoyes que transitan hacia o desde la meseta. “Me da igual si tengo que parar un tren de viajeros de larga distancia o de mercancías. ¡Que los avisen con tiempo!”, asevera con convicción. A pesar de sus problemas de movilidad, de sus limitaciones en cuestiones básicas como vestirse o escribir, de las numerosas sesiones de rehabilitación a las que aún tiene que someterse prácticamente a diario o de los momentos de bajón ante la cerrazón, respuestas “indignantes” e incluso el silencio de alguna de las administraciones competentes, María Luisa Goikoetxea sigue firme en la cruzada que ha emprendido para conseguir la plena accesibilidad a los trenes de la línea Bilbao-Orduña “y no solo para personas que sufren alguna discapacidad como yo, sino también para que puedan subir y bajar sin problemas los mayores o quien viaja con carritos y sillas de niños”. AQUEL FATÍDICO 23F Todo comenzó el 23 de febrero de 2014. “¡Anda que vaya fecha!”, exclama con resignación. Por entonces, María Luisa llevaba una vida “estupenda”. Médico de profesión, trabajaba en el centro sociosanitario de Birjinetxe, en el barrio de Txurdinaga, y que, casualidades del destino, “ayuda a personas mayores a recuperarse tras su paso por el hospital y tiene dos plantas reservadas a minusválidos y discapacitados menores de 60 años”. Entusiasta de la música, una de sus costumbres era salir a pasear por Orduña “sola y con mi MP3”. Así lo iba a hacer aquel fatídico domingo cuando su marido la encontró tirada en el baño. “Yo no tengo ningún recuerdo desde un mes antes del suceso pero sé que los sanitarios que acudieron a casa detectaron al instante que me encontraba en coma”. Con solo 53 años, Maria Luisa había sufrido un ictus cerebral y cuando despertó del coma, tres semanas después, se encontró ciega y con la parte derecha del cuerpo paralizada. “Solo quería morirme. A mi madre le pasó lo mismo hace ocho años y es totalmente dependiente. Yo no quería ser un lastre”, admite. Una vez asumida su situación, Maria Luisa inició un largo proceso para recuperar la autonomía perdida que la llevó a pasar por diferentes centros de salud (Cruces, Gorliz y Aita Menni). Después de ocho meses pudo volver a su domicilio de Orduña con la visión ya recuperada aunque con la necesidad de acudir periódicamente a Bilbao para continuar con la rehabilitación. “El verano pasado mi marido y yo disfrutamos de unas vacaciones en Menorca. Allí alquilé uno de estos scooter y, como vi que me defendía bien, al llegar a Orduña decidimos comprar uno. En ese momento es cuando empecé a plantearme la posibilidad de acudir a Bilbao en tren y al comentárselo a mi marido me dijo que iba a ser imposible porque los vagones no tenían rampas y no iba a poder subir. Efectivamente fue así y me llevé un gran mazazo pero, al mismo tiempo, ahí empezó mi lucha”. Y es que para acudir a las sesiones de rehabilitación en Bilbao, María Luisa debe recurrir a su marido o a su hijo “que tienen que perder tiempo de su trabajo o estudios para llevarme en coche o costearme un taxi”. También lo ha intentado con Bizkaibus, pero la única línea que pasa por Orduña es la que conecta la comarca del Alto Nervión con el hospital de Galdakao. “Como mucho podría llegar hasta Basauri y desde allí intentar tomar el metro pero debería coger el autobús que sale a las seis y media de la mañana para poder estar en Bilbao a las 10.45 que es cuando empiezo las sesiones de rehabilitación”. Es decir, una odisea y sin contar el regreso. GRAN APOYO SOCIAL A principios de este año, tal y como informó entonces DEIA, María Luisa inició una campaña de recogida de firmas a través de la plataforma change.org pidiendo a Adif y Renfe un sistema de plataformas para posibilitar el acceso a los trenes. Dos meses después, la demanda ha sido suscrita por 113.000 personas. “No tengo palabras para mostrar mi agradecimiento. Me esperaba el apoyo de la familia, amigos, compañeros de trabajo o vecinos, pero la acogida ha sido increíble a pesar de que Renfe aún no se ha dignado a responderme”, critica. A su lucha también se han sumado ayuntamientos como el de Orduña, Amurrio y Laudio. “La diputada foral de Bienestar Social, Isabel Sánchez Robles, se ha portado de maravilla. Gracias a ella, el Grupo Vasco va a llevar una iniciativa al Senado y sé que EH Bildu piensa hacer lo mismo en el Congreso”. Son pequeños avances en busca de “al menos, un compromiso de solución; es lo que pido”. Mientras tanto, María Luisa intenta disfrutar de la vida y, paradójicamente, “hacer todo lo que el trabajo no me permitía” como acudir a conciertos. “He ido hasta Barcelona a ver a U2 y también he visto a Serrat, Sabina y Van Morrison”, enumera con una gran sonrisa. Y sus compañeras de trabajo la están esperando para ”hacer ese viaje a Estambul que teníamos previsto”.
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