viernes, 8 de enero de 2016

Algo para recordar toda la vida

CABALGATA DE LOS REYES MAGOS

Una decena de niños con parálisis cerebral y problemas de movilidad vive por vez primera desde dentro la Cabalgata, subidos a la carroza ‘Un nuevo mundo + accesible’

05 ENE 2016 / 20:48 H.
  • Algo para recordar toda la vida
    Los diez niños con parálisis cerebral de la carroza de la accesibilidad disfrutan de lo lindo lanzando caramelos a la muchedumbre. / Pepo Herrera
Blanca, Curro, Javier, Leire, Lorena, Manuel, María, Marta, Patricia y Pedro. No es la alineación de ningún equipo de fútbol, pero este elenco de niñas y niños fue este martes protagonista de una conquista incuestionablemente más valiosa que cualquier trofeo: la conquista de la normalidad. Por vez primera en todo un siglo –99 años para ser exactos–, la Cabalgata de los Reyes Magos de Sevilla incluía una carroza ocupada por pequeños con parálisis cerebral y problemas de movilidad. Una decena de pioneros, también a nivel estatal, que vivió desde dentro un evento único que será algo para recordar toda la vida gracias al generoso patrocinio de la Fundación Caser y a la entusiasta colaboración de Aspace (Asociación de Paralíticos Cerebrales de España).
La carroza en cuestión, llamada Un nuevo mundo+ accesible, ocupaba el puesto 28 entre 33, de manera que tenía a su espalda otras cuatro más la del Rey Baltasar. Encima, 22 personas, a saber: los diez niños discapacitados, más sus diez acompañantes –mayormente hermanos– y un par de sanitarios.
Aunque muchos de ellos necesitan silla de ruedas en su día a día, solo dos niñas la utilizaban para la ocasión (el resto iba en asientos fijos de madera con un cinturón de sujeción). Una de ellas eraPatricia Corral, de 11 años, que quedó paralítica cerebral al venir al mundo «por un fallo», apuntaba resignado su padre, Rafael, que contaba antes de salir que «si empieza a reírse y a moverse es señal de que le gusta», pues es esa su forma de expresarse también a diario, «cuando va en el autobús que le lleva al cole». «Ellos también tienen derecho a vestirse y a disfrutar como cualquier niño, aunque Patricia no tirará caramelos», relataba su progenitor. De eso se encargaría su hermano Rafael, de siete años, que estaba «loco por subirse».
También va en una silla de ruedas Marta Tena, de 17 años, que se quedó «pillada» cuando le anunciaron que iba a salir en la Cabalgata. «No me lo esperaba, fue una sorpresa, y voy a pasarlo superbien», decía ilusionada. Le acompaña su hermano Carlos, de 24 años, al que también le hacía «mucha ilusión porque es una oportunidad grande, tengo muchas ganas», añadía este joven que tenía el cometido añadido de estar pendiente del resto de niños y echar un cable a Lola y Julio, los enfermeros encargados de «velar por la seguridad de los pequeños y que todo vaya bien», explicaba ella. Y él añadía: «En caso de que surja algún problema, evacuar al niño», para lo que disponen en la carroza de una tercera silla auxiliar, proporcionada, igual que el propio servicio sanitario, por la Fundación Caser, que además sufragaba «todos los gastos de la carroza: las cuotas de los niños, los disfraces, 4.000 kilos de caramelos...», contaba José Luis López, que hacía de portavoz de la firma aseguradora.
Igual que Patricia, tiene 11 años Francisco Javier Martínez,Curro, que padece similares dificultades para expresarse. «Cuando está contento, se ríe, mueve los brazos, da palmas... es muy sociable y seguro que se lo pasa genial», contaba su madre, Verónica, «encantada» con esta oportunidad. «Ni me lo pensé cuando nos propusieron participar desde Aspace».

UNA «GUINDA» PARA ASPACE

El presidente de la delegación sevillana de la entidad, Juan Antonio Rodríguez Colón, estaba igualmente entusiasmado: «Los chavales están contentísimos, ni en sus mejores sueños se podían imaginar que iban a estar un día aquí». Para Aspace es «la guinda» y todo un hito para la visibilidad de este hándicap: «A los paralíticos cerebrales, aunque hay muchísimos, se les ve poco, y menos que se les quiere ver», añadía.
Pues esta vez se les vio, vaya si se les vio. Ataviados con pantalón azul, chaqueta naranja y gorro plateado, estos niños normales tiraban los caramelos más dulces.

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