En este tema podríamos decir que todos somos expertos. La mayoría hemos tenido o tenemos hermanos y, a no ser que la distancia entre edades sea muy amplia, casi todos hemos experimentado este fenómeno. ¿Quién no ha sentido envidia, aunque fuera de forma ocasional, del trato que daban los padres a otros hermanos?. Cuando se es niño, por el egocentrismo que impera en esa edad, es casi inevitable por parte de los padres que en la relación con sus hijos no despierten celos entre los hermanos.
Los celos parecen ser algo consustancial al ser humano. En buena parte podemos decir, independientemente de que lo veamos como un acto de verdadero egoísmo, que el desear lo que se otorga a los demás -objetos o cariño- puede ser un mecanismo de defensa o supervivencia. Es un fenómeno parecido al que podemos observar cuando contemplamos a los cerditos pequeños mamar de su madre, intentan apartarse los unos a los otros para conseguir un pezón mamario.
Si los celos infantiles son un proceso normal por el cual pasan todos los niños y que suele diluirse con la edad, a veces estos perduran de por vida. El dilema para algunos padres que tienen hijos que presentan dependencias, es que han de prestar una atención diferenciada al hijo dependiente del resto de sus hijos. Cuando esto ocurre, los otros hijos no entienden, por su propio egocentrismo, que la atención de sus padres se enfoque de forma más continuada sobre otro hermano o hermana. Este hecho hace que el niño tome conciencia de su propia pérdida y reclame la atención que considera que se le ha sido robada por la persona que necesita más atenciones.
La forma de reclamar atención se puede manifestar de diferentes maneras; Puede coger rabietas aparentemente injustificadas, se pueden convertir en niños caprichosos para intentar compensar la sobreprotección del hermano o pueden tener una conducta agresiva e intentar agredir al hermano con deficiencias.
Cualquiera que sea la conducta, las mencionadas u otras muchas, los padres han de intentar dar estabilidad emocional a todos y cada uno de sus hijos. Para ello quizá tengan que dedicar, si es posible, tiempo extra al resto de los hijos a fin de que ellos vean que se les atiende por igual. Un aspecto muy importante son las manifestaciones cariñosas que tendrán que prodigar a cada uno con el mismo entusiasmo.
Es obvio pensar que los padres que se encuentran en esta situación en determinados momentos se encuentren agobiados y, a veces, con los nervios a flor de piel, aun sabiendo que es mucho pedir, sí sería prudente no trasmitir esta situación a los niños.
Desde la Fundación Anda Conmigo queremos transmitir nuestra admiración por estos abnegados padres que sacan a sus hijos adelante, a pesar de las muchas dificultades con las que se encuentran, tanto en el campo laboral, como en el escolar y, en muchas ocasiones, a nivel sanitario.
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