miércoles, 4 de junio de 2014

EPENDIENTES: ¿OBJETOS O PERSONAS?

Escrito por pensandoenmirincon el 04-06-2014 en REALIDAD DIARIA. Comentarios (0)

Ayer fui a ver a María; María fue compañera mía de colegio y mi amiga ya en la adolescencia. Llevaba varios años sin verla, y aprovechando un viaje a mi lugar de origen, me acordé de ella. Sabía desde hace un par de años que estaba enferma, y que su enfermedad era degenerativa.

Sigue viviendo en la casa familiar, una casa en la que pasé muchas tardes de estudio y a la que acudía los fines de semana para buscar a mi amiga para salir a dar una vuelta. La visión de María cuando me abrió la puerta me impactó; yo la recordaba alta, delgada, guapa; y me encontré una mujer en una silla de ruedas, con cara amable y manos torcidas. La enfermedad sigue su curso, ya no puede andar, y sus manos no tienen fuerza ni para sujetar un vaso de agua. Nos abrazamos, y hablamos de nuestros recuerdos: los primeros novios, los amigos, los años que se fueron...

Me extrañó verla sola en su situación física, no entendía cómo podía desarrollar su día a día sin poder hacer nada por sí misma y en completa soledad. María se casó a los veintitantos, ya conocía la existencia de su enfermedad, por lo que decidieron no tener hijos; ya que no sabían durante cuánto tiempo podría tener fuerza para cuidar de unos hijos que tendrían necesidades y a los que no podría atender en condiciones. Ahora, con casi cincuenta años, siguen juntos; Paco sigue siendo su compañero, su confidente, su amante, su vida; pero también es mucho más: es su enfermero, sus pies, sus manos, su cuidador, y ella se siente culpable muchas veces de obligarle a llevar una vida supeditada a su bienestar. Pero Paco trabaja.

Me comentó que cuando ya no pudo valerse por sí misma solicitó una prestación de dependencia, y le concedieron la ayuda a domicilio. Tiene concedida una prestación de una hora diaria de ayuda a domicilio, que le sirve para el aseo y poco más. Llegado a este punto, María lloró; no de forma violenta o nerviosa, si no con ese llanto que sale del alma y que no se nota en la expresión de la cara, sólo dos grandes lagrimones corriendo por su cara. A María le lloraba el alma.

Una persona viene todas las mañanas a levantarla de la cama (Paco se va a las seis a trabajar), luego la baña, le pone el pañal y le da el desayuno. Hasta ahí todo normal. Hasta hace unos meses, la persona que iba a su casa era Silvia, una chica con la que se sentía a gusto y a la que trataba como a una amiga; pero hace unos meses que Silvia ya no viene. La empresa que le presta el servicio le ha dicho que ya no va a volver,que en su lugar ya hay otra persona y que irá rotando con otras profesionales de la empresa para evitar que las trabajadoras cojan cariño con la persona dependiente, y puedan llegar a perder la objetividad que le requiere su trabajo. A María la bañará siempre una persona extraña, le lavará el culo alguien a quien no conoce de nada. María se siente violada todas las mañanas, y mientras me lo contaba, las lágrimas seguían rodando por su cara.

Siente que es tratada como un objeto, que a nadie le importa cómo se siente, y que para los demás sólo es un mueble que hay que cambiar el pañal y mover de sitio varias veces al día.

Cuando me fui de su casa, algo me revolvía las tripas, por eso hoy, lo quiero contar. Es necesario que se conozca la situación por la que atraviesan nuestros familiares.

Todos sabéis que yo soy cuidadora de mi hijo, y sólo pensar en la situación de María me trastorna; no entiendo qué tiene de malo el cariño, la confidencia, un abrazo... Las personas en situación de dependencia son tratadas por las administraciones como meros objetos de prestaciones, y no como personas con sentimientos y necesidades afectivas, que ríen, lloran, tienen sueños, tienen vida. POR ESO HOY, MARÍA, VA POR TI.

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