La cifra de alumnos discapacitados en colegios convencionales cae por primera vez este siglo
IVANNA VALLESPÍN Barcelona 23 JUN 2014 - 01:01 CET1
Más niños discapacitados en centros escolares de educación especial y menos en la escuela convencional. Ese es el trasvase denunciado por entidades sociales, familias, sindicatos e incluso el Síndic de Greuges, que atribuyen a los recortes sociales. El curso pasado, por primera vez en este siglo, bajó el número de alumnos con necesidades educativas especiales (NEE) que estudian en escuelas convencionales —de 19.872 a 18.845—, a la vez que aumentaron los que asisten a centros de educación especial, que pasaron de 6.568 a 6.744 niños.
Los colectivos afectados consideran que se está produciendo un retroceso en la llamada escuela inclusiva, que se puso en marcha hace 30 años, con el objetivo de que alumnos con y sin discapacidad estudiaran bajo el mismo techo. “Existe un menosprecio evidente y reiterado del Departamento de Enseñanza hacia los principios de la escuela inclusiva”, denuncia Álex Castillo, presidente de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Catalunya (Fapac).
En los centros ordinarios, los alumnos con NEE —incluyen discapacitados mentales, sensoriales o con algún trastorno de aprendizaje— estudian en el aula convencional contando con el refuerzo de un educador, aunque algunas horas del día —dependiendo de su grado de discapacidad— las pasan en las llamadas Unidades de Apoyo a la Educación Especial (USEE, en sus siglas en catalán) donde docentes y técnicos especializados prestan su ayuda en grupos reducidos en su aprendizaje.
La Generalitat, pese a las denuncias, niega este trasvase y lo interpreta como una “fluctuación” en el número de alumnos. Además, El Ejecutivo defiende que la cantidad de USEE ha aumentado a 359, cuando hace dos años había 332.
Sindicatos, entidades y familias achacan el trasvase a los recortes. Las organizaciones sindicales denuncian que las unidades están desbordadas porque aumentan las horas del profesor, que acaba más saturado. María Cabello, que tiene un hijo con autismo de nueve años en una escuela pública de Cubelles, se queja de que en infantil había cinco alumnos en la USEE. “Ahora son 11 y no han aumentado el personal. Los educadores no pueden estar en todos lados”, se queja.
Las entidades añaden que la reducción de docentes también sobrepasa a algunas escuelas, que al no poder atender como sería necesario a estos alumnos acaban recomendando a las familias que los lleven a centros de educación especial. En esta situación se halla Lola Calvente, cuyo hijo tiene una malformación en la corteza cerebral que le genera epilepsia y debilidad general en la mitad derecha de su cuerpo. Estos problemas motrices, añadidos a trastornos cognitivos —“que no son graves”, puntualiza—, hacen que su hijo Joaquín precise de una forma de aprendizaje diferente. “No entiende segundas interpretaciones o algunos chistes, pero no tiene problemas con la tablas de multiplicar”, explica. Joaquín acaba de finalizar la primaria y ya desde principio de curso la madre asegura que los técnicos del Equipo de Asesoramiento Psicopedagógico (EAP) de la Generalitat le aconsejaron que pensara en un centro especial para septiembre. “Se justificaban con que la ESO es más difícil y que se va a frustrar, se va a sentir solo e inferior y no va a tener amigos”, lamenta la mujer, que rechaza esta idea defendiendo que su hijo “no es problemático ni dependiente”. “No necesita una veladora constantemente, pero sí apoyo cuando está en el aula convencional”, añade.
Calvente, que antes vivía en Madrid, está encantada con la evolución de su hijo durante los dos últimos cursos en una escuela pública de El Masnou. “Hizo muchos avances este curso y más horas en el aula convencional. Hacía trabajos con el resto de compañeros e incluso un niño lo invitó a su casa. Esto no acostumbra a ser muy normal y le abre unas puertas sociales increíbles”, destaca.
Con esta presión de decidir se encuentran unos padres de Girona. Su hijo, de siete años, sufre un retraso en el aprendizaje de tres años. Siempre ha estudiado en la escuela pública convencional, pero ahora el centro recomienda a la familia que lleve al chico unas horas a un colegio especial. Hasta el curso pasado, estaba constantemente acompañado por una auxiliar de educación especial. Este año la docente ha sufrido un recorte del 50% en su horario. “Cuando yo estoy el niño hace lo mismo que sus compañeros, pero se lo adapto. Si yo no estoy lo dejan haciendo tareas, pero nadie está pendiente de él. Y el niño se da cuenta y eso le provoca angustia”, explica la veladora.
El padre se niega a llevar a su hijo a una escuela de educación especial, porque teme un retroceso del aprendizaje. “Mi hijo tiene más capacidad que los chicos que están esas escuelas. Yo le ayudo cada día con los deberes y él avanza, lentamente, pero avanza”, sostiene.
Una escuela de educación especial de Barcelona —hay 105 en Cataluña, de las cuales 42 son públicas y 63 concertadas— asegura que está notando este movimiento de trasvase. De los 57 alumnos que tenía este año, la mitad han sido derivados desde centros convencionales en los últimos años por recomendación de las propias escuelas. Las estadísticas muestran que la presencia de alumnos con NEE en escuelas ordinarias cae en picado en Secundaria. Este curso ha habido 17.400, mientras que en Primaria, 33.800, según datos provisionales de Enseñanza.
Familias y entidades defienden el modelo de escuela inclusiva, mientras que los expertos proponen reconducir los recursos destinados a centros de educación especial hacia el fomento de la educación inclusiva.“El niño necesita motivarse con todo tipo de niños, no se puede quedar encerrado con niños como él. ¿Qué pasa si un niño de un gueto no sale nunca de ahí?", se pregunta Josep Maria Jarque, exdirector de un centro de educación especial y responsable del área en la Generalitat entre 1979 y 2000.
“La sociedad actual es diversa y tratas con normalidad lo que conoces. Si nunca has visto un parapléjico, te lo quedarás mirando y esto es malo para ti, por tu ignorancia, pero también para él, porque se siente observado”, razona Noemí Santiveri, presidenta de la plataforma Educación Inclusiva, que asegura que sí se está produciendo este trasvase.
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