Hoy han acabado las clases. Vacaciones hasta septiembre. Aunque el final no ha sido como yo esperaba. Javier ha salido llorando del colegio.
Mi hijo mayor es muy sensible. Y hoy he sentido una puñalada en el alma.
Un compañero de clase le ha dicho que es tonto. Tonto y retrasado. Y para rematar el insulto, le ha dicho que es igual de retrasado que su hermano.
Javier es un niño de 11 años. Un niño consciente de que en el mundo hay personas de todo tipo. Cada uno con sus capacidades. Sus discapacidades. Y sabe que también hay gente que no entiende que ser distinto no es motivo de insulto ni burla.
Quizás lo que no sabía, es que hubiese gente que aprovecha esta circunstancia para hacer daño. Puede que no haya sabido explicarle que estas cosas también pasan...
Un niño de 11 años sabe, o debería saber que no se puede llamar retrasado a nadie. Y mucho menos cuando tienes a algiuen cercano con un problema de retraso. Y mucho menos cuando es tu hermano pequeño. Cuando es el tesoro que cuidas cuando papá o mamá no pueden, cuando se despierta, o cuando se enfada y dejas que te tire del pelo.
No puedes llamar retrasado a un niño de 3 años con un problema. No puedes decírselo a su hermano mayor. Ese hermano mayor que ha llorado alguna vez por no entender qué le pasaba a su hermano. Ese hermano mayor que no quiere que empiece el cole su tato Eneko, porque no lo verá hasta la tarde. Ese hermano mayor, que quiere cuidarle y estar con él toda la vida.
No se puede.
Por favor, enseñemos a nuestros hijos a ser buenas personas. A respetar, a proteger a los más vulnerables.
Hablaré con la madre de este niño. Con tranquilidad, le contaré todo lo que he escrito aquí.
A mi hijo Javier, si lees esto, quiero que sepas que papá y yo estamos muy orgullosos de ti. Sabemos que no es fácil, que tú también libras tu propia batalla. Pero también sabemos que Eneko siempre tendrá en ti, ese modelo del que aprender a ser un ser humano fantástico.
Mi hijo mayor es muy sensible. Y hoy he sentido una puñalada en el alma.
Un compañero de clase le ha dicho que es tonto. Tonto y retrasado. Y para rematar el insulto, le ha dicho que es igual de retrasado que su hermano.
Javier es un niño de 11 años. Un niño consciente de que en el mundo hay personas de todo tipo. Cada uno con sus capacidades. Sus discapacidades. Y sabe que también hay gente que no entiende que ser distinto no es motivo de insulto ni burla.
Quizás lo que no sabía, es que hubiese gente que aprovecha esta circunstancia para hacer daño. Puede que no haya sabido explicarle que estas cosas también pasan...
Un niño de 11 años sabe, o debería saber que no se puede llamar retrasado a nadie. Y mucho menos cuando tienes a algiuen cercano con un problema de retraso. Y mucho menos cuando es tu hermano pequeño. Cuando es el tesoro que cuidas cuando papá o mamá no pueden, cuando se despierta, o cuando se enfada y dejas que te tire del pelo.
No puedes llamar retrasado a un niño de 3 años con un problema. No puedes decírselo a su hermano mayor. Ese hermano mayor que ha llorado alguna vez por no entender qué le pasaba a su hermano. Ese hermano mayor que no quiere que empiece el cole su tato Eneko, porque no lo verá hasta la tarde. Ese hermano mayor, que quiere cuidarle y estar con él toda la vida.
No se puede.
Por favor, enseñemos a nuestros hijos a ser buenas personas. A respetar, a proteger a los más vulnerables.
Hablaré con la madre de este niño. Con tranquilidad, le contaré todo lo que he escrito aquí.
A mi hijo Javier, si lees esto, quiero que sepas que papá y yo estamos muy orgullosos de ti. Sabemos que no es fácil, que tú también libras tu propia batalla. Pero también sabemos que Eneko siempre tendrá en ti, ese modelo del que aprender a ser un ser humano fantástico.
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