lunes, 7 de marzo de 2016

Enseñar a no ver diferencias por diversidad funcional


Que las diferencias nos alejen o no de los demás depende, en gran medida, de aquellos principios que nos hayan inculcado desde la infancia. Educar a los pequeños en la igualdad frente a personas con diversidad funcional los hará sentirse mejor.

Lo aprendido en edades tempranas determina en gran parte las actitudes que adoptamos los adultos, por ello es importante que los niños aprendan, desde bien pequeños, a convivir y a asimilar diferencias que vienen determinadas por la diversidad funcional, de este modo se sientan las bases de una sociedad basada en la integración y el bienestar de aquellos que presentan las diferencias. Pero, ¿cómo cambiar las actitudes desde la infancia? A ello pretende contribuir el siguiente decálogo:
  1. Los padres deben mostrar una conducta que normalice la diversidad funcional. Si un adulto hace aspavientos o comentarios ante alguna persona con diversidad funcional, los menores no harán más que focalizar la atención sobre ella y los comentarios y la actitud se repetirán en su entorno.
  2. Se deben utilizar los términos adecuados, que pasan por evitar palabras en desuso o con connotaciones peyorativas. Palabras como “minusválido” o conceptos como “niño normal” no hacen más que incidir en los elementos diferenciadores.
    Hoy en día, también podemos incluir el término “discapacitado”, sustituido por “diversidad funcional”, aunque sigue usándose habitualmente.
  3. Es recomendable que los adultos hagan hincapié en sus conversaciones en aquellas características en común que presentan todos los colectivos, como los sentimientos o las ilusiones, ya que contribuirá a transmitir la idea de igualdad a los menores.
  4. No es cuestión de ocultar las diferencias a los niños, en especial aquellas que se observan visualmente, por lo tanto, hay que inculcarles a los pequeños que desigualdades como la de la diversidad funcional nos enriquecen y nos complementan.
  5. Cambia el chip: en vez de compasión hacia la persona con diversidad funcional, transmite a los menores sus valores positivos, como el esfuerzo o la superación
  6. Se debe animar a los menores a jugar, a relacionarse y a participar en actividades conjuntas con las personas con diversidad funcional. Es una manera de que perciban que es posible disfrutar con ellos, aún adaptando las actividades, y de que constaten que pueden hacer las mismas actividades que los menores sin diversidad funcional.
  7. Se ha de desechar el sentimiento de lástima hacia la persona con diversidad funcional en beneficio del respeto. Conviene enseñar a los pequeños a que vean el esfuerzo y la superación del colectivo con diversidad funcional.
  8. En la actualidad existen recursos educativos para la infancia, como cuentos o dibujos animados, que muestran a los pequeños la diversidad funcional.
  9. Frente a las adaptaciones que requieren algunas personas con diversidad funcional, los adultos las deben aprovechar para demostrar a los menores las habilidades que presentan. Por ejemplo, en lugar de incidir en que una persona va en silla de ruedas, se debe resaltar la habilidad que tiene para desplazarse con el impulso de los brazos.
  10. ¿La diversidad funcional se contagia? No es una cuestión extraña entre los menores ante la que hay que dejarles bien claro que se equivocan. No se deben evitar las respuestas a las preguntas curiosas de los niños, conviene responderles de manera explícita y simplificando la contestación de manera que ellos puedan entenderla. Si insisten, se les debe dejar claro que la diferencia que ellos perciben no impide a las personas con diversidad a jugar o divertirse como ellos.
  11. En ocasiones los niños manifiestan una curiosidad positiva que les lleva, por ejemplo, a mirar a una persona con diversidad funcional. Ante esta situación, no hay que cohibirlos, ya que pensarían que esa persona muestra algo de lo que avergonzarse. Observar las cosas permite a los pequeños familiarizarse con ellas.
Incorporando estas pautas a las relaciones diarias con los pequeños, se conducirá a los niños hacia una sociedad futura en que no habrá ojos que perciban las diferencias por diversidad funcional. La integración y el bienestar serán beneficiosos no sólo para los propios afectados, sino para todo su entorno.

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