La percepción que se tiene de las personas con discapacidad, desde que son niños, es marcando por la diferencia, y dentro de ésta un aspecto es el de la sexualidad, a pesar de que nuestras sociedades pretenden ser respetuosas de la dignidad de sus integrantes, no se reconoce plenamente la realidad del deseo de las personas con discapacidad, provocando la negación de la necesidad de prepararlos para la vida sexual y familiar. (Castro Alegret, 1999).
Las expectativas sociales íntimamente relacionadas con los conceptos filosóficos predominantes, en un tiempo y región determinadas establecen los estereotipos y creencias populares ampliamente divulgadas pero no justificadas (Garrido 1991), como:
QUE las personas con discapacidad son asexuales
QUE son como niños, dependen de los demás y necesitan protección
QUE su discapacidad física genera discapacidad física en su entorno
QUE deben hacer su vida y casarse con personas como ellos
QUE los padres de personas con discapacidad no desean darles educación sexual
QUE la relación sexual que culmina con el orgasmo es esencial para el goce sexual
QUE si una persona con discapacidad padece un trastorno sexual, casi siempre se debe a su condición física
QUE si una persona sin discapacidad mantiene relaciones sexuales con una con discapacidad (hombre o mujer) es porque no puede atraer a individuos "normales"
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