Un equipo de investigadores del Tecnológico de Monterrey ha desarrollado un robot que puede reconocer expresiones faciales, percibir la cercanía o lejanía de una persona, emitir comandos de voz ofrecer terapia a niños con autismo. Aunque todavía está en fase experimental, se espera que Tec-O se convierta en un aditamento tan simple e indispensable como una tablet.
A dejó de ser un tema sólo propio de las películas de ciencia ficción para convertirse en una realidad de la vida cotidiana. En la actualidad los robots forman parte de nuestro día a día en tantas y diversas formas que, en más de un sentido, se han vuelto indispensables; la más obvia, por supuesto, tiene que ver con los teléfonos inteligentes y ciertos aparatos electrodomésticos.
Por fortuna, una rama de la robótica se ha enfocado en otros campos que trascienden las comodidades del ser humano, y en este caso específico nos referimos a su aplicación en el cuidado de la salud, terreno en el que los robots —como ocurre con el Sistema Quirúrgico da Vinci, el cual se utiliza para realizar diversas operaciones quirúrgicas— han contribuido notablemente a realizar procedimientos menos invasivos, amén de aumentar de manera exponencial la calidad de vida de las personas.
Un robot diseñado ex profeso para su presentación en el 46º Congreso de Investigación y Desarrollo, que organiza anualmente el Tecnológico de Monterrey, podría representar una diferencia en el combate a un trastorno del neurodesarrollo. Recibe el nombre de Tec-O Robot.
Tec-O es un pequeño robot con rostro y brazos de oso que fue concebido para ayudar a los niños con autismo a entender las expresiones faciales de las personas con las que interactúan, enseñándolos en el proceso a comprender a la sociedad en la que habrán de desarrollarse, facilitando así su integración en esta.
Pedro Ponce, director de la Maestría y el Doctorado en Ciencias de la Ingeniería del Tec, es el líder del equipo que diseñó a este robot. En entrevista con Newsweek en Español, Ponce explicó cómo surgió la idea detrás de Tec-O: “Lo que buscábamos era hacer un robot enfocado de manera particular en el autismo. No un robot genérico. Con esa idea comenzamos a ver cuáles serían los principales puntos a enfocarse para poder dar terapias con un robot”.
Tec-O es capaz de reconocer las expresiones faciales que los niños hacen, percibir cuando el niño se ha alejado demasiado o cuando está demasiado cerca, y de manera autónoma emitir un comando de voz para atraer la atención del infante o alejarlo de una potencial situación de riesgo, todo ello basado en su inteligencia artificial que, además, lo faculta para improvisar determinadas terapias. “Por supuesto, todo siempre supervisado por un terapeuta calificado”, comenta la psicóloga Demi Grammatikou, quien ha trabajado codo a codo con Ponce desde que se inició el proyecto.
“Desde un punto de vista social parece no impactar a tantas personas, pero cuan- do uno piensa en el uno por ciento de la población total... —Ponce se interrumpe, y reflexiona un momento— ...es un número significativo”.
Los niños con autismo tienen dificultades para reconocer sus propias emociones, por ende es mucho más complejo reconocerlas en otras personas, y algo similar les ocurre con las expresiones faciales.
“Empezamos con un robot que tuviera la capacidad de ver las expresiones faciales del niño y tener expresiones él mismo. El robot puede ver lo que hace el infante, y de manera autónoma decidir qué necesita: si no está haciendo contacto visual puede emitir un sonido o realizar un movimiento para captar la atención del niño y conectarlo con la terapia”, explica Grammatikou.
La suma de dinero que desembolsan los padres que tienen hijos con autismo es considerable. “Tan sólo la consulta de un terapeuta especializado se sitúa entre 2500 y 3000 pesos la hora”, comenta Ponce.
Sin embargo, una de las metas que pretenden alcanzar con Tec-Oes “crear un robot que no cueste más de lo que cuesta una tablet”, señala Grammatikou. No obstante, los beneficios en este tipo de tecnologías avanzadas e inteligentes no sólo radican en su precio y accesibilidad, sino también en el bienestar que proporcionan a terapeutas y familias.
Por ejemplo, llegado el momento Tec-O puede empezar a dar terapia de manera autónoma, y uno puede estar seguro de que el robot va a realizar la misma rutina 10 o 15 veces sin que cambie de humor o de estado anímico.
En el proyecto Tecnología y autismo, que encabezan Ponce y Grammatikou, han participado alumnos de todos los niveles escolares que se imparten en el Tecnológico de Monterrey, desde preparatoria hasta doctorado, en los casi tres años que se ha trabajado en la creación de Tec-O.
Por ahora, el desarrollo del robot continúa en etapa preliminar y no se han realizado pruebas masivas con él, si bien ya ha sido utilizado como auxiliar en el tratamiento de algunos niños. Sin embargo, es muy difícil conseguir resultados a corto plazo en un niño con autismo pues, como explica Pedro Ponce, “cada niño es diferente y la evolución es diferente y los cambios no son perceptibles en meses. No obstante, con el tiempo empiezan a ver nociones o cosas que te hacen notar que hay aprendizaje; así no existe una métrica, por eso el terapeuta tiene que trabajar junto con el robot”.
El objetivo principal de este equipo de investigadores es ayudar, primero, a los niños y mejorar su calidad de vida, pero también a sus familiares. “De algún modo estamos transformando la forma de ver las cosas en ingeniería, pues cuando los alumnos piensan en sus proyectos a partir de un problema social específico, también cambia la forma de percibir su responsabilidad social”, afirma Ponce.
Además de Tec-O,Pedro Ponce y su equipo presentaron otro proyecto en el 46º Congreso de Investigación y Desarrollo: una silla de ruedas que cuenta con un sistema de navegación que utiliza sensores para detectar objetos y evitar colisiones.
La silla tiene diferentes interfaces: una de voz para que por medio de comandos de lenguaje se pueda manipular y una más a partir de movimientos de la cabeza, para lo cual se coloca un sensor en una gorra y el paciente al mover la cabeza moverá la silla.
“Pretendemos asegurar la movilidad persona a la que le cueste trabajo manejar una silla de forma convencional y buscar que recuperen su movilidad mediante el uso de la tecnología”, señala Ponce.
Y concluye: “Al final todo lo que hace un investigador tiene que llegar a los usuarios finales que en este caso son terapeutas y los hospitales”, afirmó Ponce.
Como puede verse, los robots no sólo guardan secretos y planos, como lo hicieron, BB-8y R2-D2 en Stars Wars: el despertar de la fuerza, también pueden contribuir al desarrollo de un niño que encuentra dificultades para definir en su mente qué significa una sonrisa.
Y esa es, justamente, la tarea que Ponce, Grammatikou y Tec-O tienen por delante.
Fuente: http://nwnoticias.com/#!/
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