Hay quien tiene sueños tan extraordinarios que es difícil que los haga realidad. El de María José es tan sencillo, que lo difícil es entender que pueda ser extraordinario: «Mi mayor ilusión es conseguir llamar por teléfono a mi madre y a mis amigos». Lo dice con un brillo de entusiasmo en la mirada mientras cruza los dedos con rapidez por un tablero de comunicación, táctil, repleto de símbolos, pues ella no tiene la facultad del habla. Está radiante, tal vez porque lleva más de cuarenta años sin poder llamar por teléfono y ahora lo ve a su alcance.
Es una dependiente severa. La silla de ruedas es como una prolongación de su cuerpo, en el que manos y brazos responden con dificultad. Pero un mando especial, adaptado a sus limitaciones, le está cambiando la existencia. «Es la primera vez en mi vida que consigo cambiar sola el canal de la televisión», confirma con agilidad en su panel de comunicación. Este mando también le permitirá responder al teléfono, al tiempo que un programa convierte en voz sus indicaciones.
A su lado está Jesús, usuario también de la primera vivienda domotizada de España para dependientes, la que la Asociación de Padres de Personas con Parálisis Cerebral (Aspace) de A Coruña ha instalado en Sada gracias a la colaboración de la Fundación Amancio Ortega. En la cocina, María José enciende la sandwichera desde su mando. Jesús se encarga de los sándwiches mixtos. ¡Perfectos! «Y eso que la cocina no es lo mío», bromea.
La vivienda, de 56 metros cuadrados, está adaptada a las necesidades de los dependientes. Los usuarios del centro de día de Aspace pueden entrenarse en el uso de esta tecnología, pero el proyecto experimental va más allá. La persona que tenga recursos económicos podrá instalar estos sistemas en su casa, y además, «no descartamos la posibilidad de que use la vivienda gente que no está con nosotros», avanza Eulogio López, que es el director de Aspace.
José Luis es usuario del centro de día desde hace cuatro años. Practica en la cama con una tableta, y está entusiasmado porque desde su ordenador es capaz, por primera vez, de prepararse para dormir sin ayuda. Desde su dispositivo apaga las luces, baja las persianas y tumba el respaldo de la cama. «Para él es un triunfo ponerse como quiera en el colchón, sin depender de nadie», valora Aroa, terapeuta ocupacional. José Luis culmina el experimento con un entusiasta «buenas noches». Salimos. Él mismo puede abrirnos la puerta de casa.
Este proyecto tecnológico va más allá de la vivienda domótica. Entre los 110 usuarios de Aspace hay niños que desde los 3 años de edad empiezan a trabajar con ordenadores. Iker tiene 4. Casi no ve y, pese a ello, percibe los estímulos de la pantalla de un ordenador que él controla con la mirada. A su lado, chicos de todas las edades participan del entroido gracias a un power point festivo que proyecta imágenes en la sala y que ellos activan con varios mandos.
El resultado de estos procesos tecnológicos es la tercera parte del proyecto: la inserción social mediante la integración de los dependientes en el local social del centro. Allí, Eliseo atiende a los visitantes y pasa las llamadas que se reciben en centralita, Mónica y Gisela preparan y sirven un maravilloso café de media mañana, y David nos cuenta el secreto de su tortilla de patata mientras elabora unos deliciosos canapés de salchichón y de queso: «Una señora de Betanzos que ganó un concurso de tortillas me dijo una vez que el secreto es batir los huevos con mucho cariño. ¡Me dejó flipado!».
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