martes, 16 de febrero de 2016

La lucha de Bea por una vida normal

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Beatriz González no se rinde – Desde que la conselleria de Servicios Sociales le rebajó injustamente el nivel de dependencia no ha cesado de pedir un asistente personal que le permita llevar una juventud digna
Beatriz González Viejo es una joven gabellina de 23 años que padece una diversidad funcional de nivel 3 desde que nació, lo que supone que precisa de asistencia para realizar cualquier actividad de la vida diaria. Sufre una enfermedad irreversible, una tetraplegia que le afecta a brazos y piernas de la que nunca se recuperará y que le hará depender de los servicios de un asistente personal durante toda su vida.
Hace poco más de tres años la conselleria de Servicios Sociales le bajó el grado de dependencia de 3 a 2. Lo que significó para ella que legalmente sólo se contemplaba una ayuda para una o varias actividades y no todas, tampoco una asistencia personal todo el día. La reducción del grado, asimismo, conllevó una reducción económica en la ayuda que percibía, de los 215 euros mensuales a solo 85.

Bea reclamó ante la misma Conselleria la resolución en que se le reducía su grado de dependencia, reclamación que fue desestimada. Pero su insistencia y lucha la llevó a acudir a los tribunales de Justicia, para reclamar un derecho que injustamente se le estaba quitando, ya no por lo que pueda suponer económicamente, que es prácticamente nada, sino “para que se reconozca el grado de dependencia, por si un día las cosas se arreglan y se nos ayuda justamente”, manifiesta Beatriz. Hace unos meses los Tribunales finalmente dieron la razón.
Los alegatos que esgrimían los técnicos de la Conselleria para reducirle el grado eran “aspectos de mi vida social que nada tienen que ver con mi dependencia o discapacidad, como que salga con amigos, claro que lo puedo hacer pero siempre con ayuda de alguien, un asistente o un amigo”, fueron desestimados por el Tribunal.
Pero es que durante este periodo no solo vio reducida la partida por cuidados, sino que tuvo que aguantar un año sin cobrar nada. Mientras tanto sus padres, con sus sueldos normales y alguno que otro préstamo, han conseguido que Bea tenga un asistente personal que le permita realizar las actividades de la vida cotidiana y cursar sus estudios de Psicología en la UIB, para finalizar en octubre de 2015 con un Master en investigación en la UNED.
Todo esto no habría sido posible sin la ayuda económica de sus padres o las becas a las que pudo optar gracias a sus excelentes notas. Obtenerlas no es nada fácil, hay que competir con mucha gente discapacitada, además de tener la mejor nota y algunas de estas becas privadas sólo se concedían 32 en toda España. Todo gracias a entidades como las Fundaciones Prevent u ONCE, entre otras.
Falta de ayudas
Beatriz pide ahora que las autoridades autonómicas presten la ayuda necesaria a personas que con un nivel alto de dependencia como ella, puedan acceder a un asistente. Ayudas que según recuerda ella misma, están recogidas en la legislación, “tan sólo basta acceder a la web de la dirección general de Dependencia para informarse”, pero que a diferencia de otras Comunidades, como la catalana o la madrileña, en Balears no se dan. También recuerda que hay estudios que avalan que es más recomendable económicamente para un gobierno, subvencionar un asistente personal que permita a estas personas llevar un proyecto de vida para trabajar, crear empleo, consumir y rendir más en la sociedad.

En este sentido pide la implicación de empresas y de la misma sociedad. Nos pone un ejemplo: “Si hubiera supermercados con personal, o con el mismo personal, que atendiera a los discapacitados, podríamos realizar esta actividad más autónomamente, al tiempo que el supermercado vería incrementada su clientela”. Actualmente Bea ha acabado sus estudios y tiene que vivir con una pensión de 540 euros más 215 de ayuda asistencial en el entorno familiar en total 755 euros mensuales y con ellos tiene que pagarse el asistente que precisa durante todo el día. Todo ello porque vive y come en casa de sus padres.
El futuro para Beatriz es como un pez que se muerde la cola, ha terminado los estudios y por cuestiones económicas no puede salir de casa de sus padres en Cala Rajada para ir a Palma a buscar trabajo o prestar servicios de voluntariado. Si no encuentra trabajo, seguirá adelante con sus estudios de doctorado, que le permitirán realizar un trabajo de investigación, que es una de las cosas que le apasionan y por otro lado le permitirá tener una beca.
Ella ya ha cursado un cursos para formar a futuros asistentes personales, con la esperanza que la administración también reconozca esta figura y les permita contratarlos directamente como una categoría profesional más y no como asistentes del hogar. Bea seguirá luchando.

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