Ramón López Quijada, de 53 años, diagnosticado de esclerosis múltiple e insuficiencia renal crónica, entre otras enfermedades, lleva cinco años esperando a que le llegue la ayuda a domicilio que le concedieron el 25 de noviembre del año 2011. Su madre, con la que convive, y su hermana María Luisa están desbordadas por la situación porque el deterioro de Ramón progresa muy rápido. Es completamente dependiente, se mueve en silla de ruedas y ya no controla los esfínteres. Su madre, con 75 años, tiene que levantarse varias veces de noche para cambiarlo.
La última vez que su hermana María Luisa se interesó por las razones por las que no le había llegado la ayuda concedida por la Xunta, que le permitirá un respiro a su madre, le comunicaron que Ramón tenía 200 personas delante en la lista. «Además me dijeron -relató- es que tu hermano es muy joven y tiene pocos puntos». «Le dieron 67,60, -añadió- pero entonces se movía con muletas, no estaba en silla de ruedas y controlaba los esfínteres». «Claro que es muy joven y cada vez más dependiente, pero hasta ese momento nadie me informó de que podía solicitar una revisión del grado de discapacidad para poder avanzar en la lista de espera».
María Luisa López Quijada presentó la solicitud para la revisión el 11 de diciembre del pasado año y todavía no le dieron cita. Confía en que una vez que constaten la actual situación de su hermano pueda, por fin, recibir la ayuda a domicilio que le concedieron. Dispone de un informe de un neurólogo del HULA que recoge que es una persona dependiente para el desarrollo de sus actividades de la vida diaria y que precisa supervisión continua de otra persona para la realizarlas. La hermana de Ramón está indignada porque asegura que tiene constancia de casos de otras personas que reciben esta misma ayuda, que le prestan dos trabajadoras. «Conozco los casos y comparando las situaciones, mi hermano lo necesita más».
A Ramón López le diagnosticaron la esclerosis múltiple hace cinco años. «Empezó a caerse por la calle. Nos dijeron que era que estaba muy grueso. Adelgazó y siguió igual o peor. Nadie nos dirigía hacia un neurólogo hasta que una persona que vino a reparar el ascensor me dijo que tenía un caso parecido cerca y que lo trataba un neurólogo».
A partir de ese momento, comenzó lo que define como un calvario por los servicios sociales. «La trabajadora social del Concello me dijo -aseguró- que lo podía solicitar todo con el informe médico y sin ir a valoración de dependencia. Lo hice y me lo denegaron todo». «Pedí cambio de trabajadora social y con esta me va mucho mejor».
La enfermedad fue avanzando y con el paso de los años a la esclerosis se le sumó la insuficiencia renal y ahora mismo se encuentra en una situación de prediálisis. «Desde que lo valoraron su situación ha empeorado muchísimo.
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