Pese a que cuesta ponerse en el lugar de estas personas si no se vive un caso de cerca, esta es la cruda realidad de miles de discapacitados en toda España. Para ellos, poder salir de su casa supone toda una odisea, hasta el punto de que pueden pasar larguísimas temporadas metidos en ellas. Son prisioneros de sus propias viviendas. No están en una cárcel, pero carecen de libertad.
Pablo Cervera tiene 32 años y vive en Valencia, en el barrio de Vara de Quart. Padece ataxia de Friedreich, una enfermedad neurodegenerativa que a los 18 años le dejó unido para siempre a una silla de ruedas. Desde entonces, ha pasado por un auténtico vía crucis para poder llevar una vida medianamente normal. Actualmente reside en casa de su madre, de la que ya se tuvo que marchar en el año 2009: "Por un lado, el ascensor del edificio es pequeño y no quepo con la silla de ruedas, y por otro, del rellano del ascensor a la puerta del patio hay unas escaleras sin rampa".
Según explica Pablo, en el año 2008, cuando su enfermedad se empezó a acentuar y cada vez le era más complicado valerse por sí mismo, plantearon a la comunidad de vecinos "la necesidad de realizar obras de accesibilidad". Sin embargo, se negaron a ejecutarlas, lo que lo obligaba a asumir todo el gasto más el mantenimiento, "algo totalmente inviable" para él.
Ante esta situación, se vio obligado a irse de su propia casa, y gracias a la ayuda de la Renta Básica de Emancipación pudo alquilar un bajo que un familiar adaptó para él: "Con el fin de estas ayudas, tuve que dejar el bajo y pasé a una residencia, donde he vivido hasta ahora, que he tenido que volver a casa de mi madre".
Cuenta Pablo que cuando regresó el pasado mes de junio y comprobó que el edificio seguía sin ser accesible se le cayó el alma a los pies, máxime teniendo en cuenta que "en el resto de edificios de la misma manzana que son iguales sí que han hecho rampas de accesibilidad o han instalado plataformas elevadoras".
La consecuencia de este problema es que desde junio solo ha podido salir de casa una vez con la ayuda de su madre, su hermana y otra persona a la que pidieron el favor: "Llevo metido en casa desde septiembre, y lo más seguro es que siga igual hasta abril, cuando podré alquilar otra vivienda localizada en un bajo".
Según Pablo, esta situación no es nada agradable, y solo se aguanta "con filosofía y autocontrol". Así, mata las horas tomando el sol en la ventana de su habitación, bebiendo infusiones y con el ordenador: "Soy un gran adepto al entretenimiento audiovisual y por suerte mis amigos me traen películas y series". Entre lo que más echa de menos está simplemente la posibilidad de moverse: "Ir al supermercado o al centro deportivo".

Medidas insifucientes

Pocos son los estudios que se han realizado para visibilizar la auténtica dimensión de este problema. Según explica Mario García, presidente de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Concemfe), en relación a la accesibilidad y a muchas cuestiones que afectan a las personas con problemas de movilidad "no hay información estadística fiable y actualizada". En este sentido, comenta que "la última encuesta sobre discapacidad, de 2008, señalaba que en 1,2 millones de hogares con personas con movilidad reducida hay barreras de acceso en sus edificios, como escaleras sin rampas o sin plataformas móviles".
García admite que "esta cifra será menor en la actualidad", debido a las "mejoras realizadas en la normativa para favorecer las obras de accesibilidad en edificios", pero advierte de que "estos avances son insuficientes, puesto que siguen existiendo muchos edificios con barreras que obligan a las personas con discapacidad a quedarse recluidas en sus propios domicilios". Así pues, desde la entidad calculan que "entre el 60 y 80% de los edificios de España no son accesibles, sobre todo en los cascos históricos".
Sin embargo, los problemas de barreras arquitectónicas no se dan solamente en las comunidades de vecinos. En algunos casos, salvado este gran obstáculo en el interior de los edificios, surgen otros para salir de casa por la deficiente configuración de algunas calles, unido a la desidia de las autoridades para tomar medidas encaminadas a subsanar las deficiencias.
Que se lo digan a Ángeles González, de 63 años, y sobre todo a su marido, Luis Ortiz, de 73 , quien sufrió un derrame cerebral que le dejó inmóvil toda la parte izquierda del cuerpo, lo que le hace depender de una silla de ruedas para desplazarse desde hace tres años. Este matrimonio vive en Granada, en el 98 de la calle Loma de Dilar, una vía sin salida.
Según explica González, su marido tenía serias dificultades para salir de su edificio, ya que los coches aparcaban en batería y el morro de los mismos invadía la acera, que apenas medía un metro: "Estuvimos mandando escritos a la Policía Local y al Ayuntamiento, pero no nos hicieron caso hasta que logramos reunir más de 3.000 firmas a través de la web change.org".
Así, con las elecciones a la vista, el Consistorio tomó cartas en el asunto y reordenó el aparcamiento en la calle, obligando a los coches a estacionar en fila, para evitar que invadieran la acera. Sin embargo, esta medida no ha logrado solucionar el problema del todo: "El Ayuntamiento ha dejado la acera igual de estrecha que estaba y llena de baches, porque dice que no puede tocarla ya que en el Plan General de Ordenación Urbana aparece como suelo privado; sin embargo, esto no tiene mucho sentido, porque sí que están cobrando la tasa de cinco vados y de la terraza de una cafetería".
Así, ante esta situación, la sorprendente e inaudita solución que ha dado el Consistorio ha consistido en instar a los vecinos a que ejecuten y abonen la ampliación de las aceras, algo a lo que de momento, se oponen.
Mientras tanto, Luis y otras dos personas afectadas por el mismo problema en la misma calle se ven abocados a depender de terceras personas para poder salir de casa: "Siempre tengo que llevarlo yo, porque tiene que bajar el escalón de la acera para ir por un carril que han dejado junto a la muralla de coches y recorrer 50 metros hasta poder salir a la calzada de la calle por un vado en el que no se puede aparcar", explica Ángeles, la mujer de Luis. Un auténtico vía crucis que se ha convertido en el pan de cada día de estas personas.

Sin datos oficiales

Pese a la inexistencia de datos oficiales recientes, la Fundación ONCE fue la última entidad en realizar en el año 2013 una gran encuesta sobre vivienda y discapacidad que arroja datos preocupantes. Este estudio analiza por entrevista telefónica 1.211 viviendas de primera residencia.
Así, según los resultados de la encuesta, únicamente dos de cada 100 viviendas disponen de un acceso con unas características adecuadas de accesibilidad universal, es decir, cuentan con un videoportero que satisface las necesidades de sus habitantes, carecen de escalones previos a la puerta de acceso o, teniendo escalones, están dotados de rampa o plataforma elevadora como alternativa accesible y disponen de una puerta que por peso puede ser utilizada con comodidad.
En concreto, solo el 7,1% de las viviendas incorporan la instalación de un sistema de comunicación con el exterior con criterios de accesibilidad. Además, en un 42,4% de los edificios el acceso previo a la puerta está libre de escalones o, existiendo estos, cuenta con una rampa o plataforma elevadora accesibles como alternativa. En el 53% de las viviendas, las puertas de acceso pueden ser utilizadas con comodidad al tener un peso adecuado y un fácil mecanismo de apertura.
En cuanto a la comunicación vertical a través del núcleo de escaleras y ascensor no está resuelta adecuadamente en prácticamente ningún caso simultáneamente, es decir, que ambos elementos reúnan condiciones adecuadas para su uso. Así, en un 29,3% del total de viviendas colectivas el núcleo de escaleras es accesible por anchura, tipo de pavimento y existencia de pasamanos a ambos lados.
El estudio profundiza en el aspecto de los ascensores, puesto que es uno de los elementos más importantes a la hora de eliminar barreras arquitectónicas. Así, según los datos obtenidos, en un 73,8% de los edificios de viviendas colectivas existe ascensor como alternativa al núcleo de escaleras, siendo un 1,9% de estos accesibles.
Previo al embarque/desembarque del ascensor es necesario que exista suficiente espacio para poder maniobrar y acceder al interior de la cabina de una manera cómoda y segura. En este sentido, en el 63,7% de las viviendas colectivas que cuentan con elevador no existen problemas con el espacio de acceso. Además, en el 85,9% de los casos la anchura de la puerta permite un paso holgado. Un 74,8% de estos ascensores incorporan sistema de apertura automática de puertas. En cuanto a la botonera interior, en el 79,7% es cómoda de usar (teniendo en cuenta exclusivamente la altura), y en un 45,9% incorpora información en braille.
También es destacable que casi un 10% de los encuestados no saben/no contestan, debido a que es un detalle que pasa desapercibido al no ser de utilidad para ellos. Otro de los aspectos analizados es la existencia de un sistema sonoro que indique, al menos, a qué planta llega el ascensor. Esto facilita la orientación y complementa la información digital existente en la cabina. En un 16,8% de los ascensores está instalado este sistema. En cuanto a las dimensiones interiores de la cabina, en un 53,8% de ellos se puede llevar cómodamente el cochecito de bebé o podría ser utilizado por una persona usuaria de silla de ruedas.

La carga en brazos cuatro veces al día para ir al colegio

Rebeca y su hija Sheila son algunas de esas personas a quienes la instalación de un ascensor les daría la vida. Ambas viven en el barrio de la Malvarrosa de Valencia, en unquinto piso sin ascensor, y pese a que lleva años intentando que se instale, siempre se ha encontrado con la oposición de la mayoría de sus vecinos.
Aquejada de espina bífida, la niña tiene 12 años y pesa 45 kilos: "Llevo años subiéndola y bajándola en brazos cuatro veces al día para que pueda ir al colegio, pero ya no puedo más. Estoy fatal de la espalda y empiezo a necesitar la ayuda de mi hermana". Según comenta Rebeca, hay veces que debe dejarla sentada "en el suelo del rellano para descansar".
Su economía tampoco ayuda. En abril del año pasado se vio obligada a cerrar su negocio y al haber estado en régimen de autónomo, carece de prestación por desempleo: "No me puedo ni plantear vender esta casa para comprarme otra con ascensor, ya que resultaría más cara y lo mismo sucedería si la alquilara".
Y es que, actualmente sus únicos ingresos son los 286 euros que cobra por la dependencia de su hija, una ayuda que además le redujeron casi a la mitad hace dos años. Rebeca no es la única damnificada de la ausencia de ascensor en su edificio. Asegura que en enero "un vecino que lleva 40 años allí se cambiará de casa porque ya no puede subir las escaleras".
Pero si en la mayoría de los edificios antiguos existen barreras arquitectónicas, los nuevos residenciales que se construyen con zonas comunes tampoco son una excepción. El estudio de la ONCE recoge que solo el 24% de las edificaciones disponen de estos elementos comunes, tales como jardín, piscina o zona de juegos infantiles, y en el 39,6% de ellas las puertas de acceso son demasiado pesadas o no tienen la anchura suficiente.
Otro de los inconvenientes es la existencia de escalones sueltos que pueden suponer un obstáculo para la deambulación. Esta circunstancia se presenta en el 41,1% de los casos.En este sentido, tan solo un 10,4% de las comunidades disponen de una rampa alternativa o una plataforma elevadora para salvar los escalones encontrados al paso en los itinerarios. Así pues, pese a los innegables avances, los datos demuestran que España aún está a años luz de llegar a ser un país con igualdad de oportunidades en materia de accesibilidad.