Amamos a nuestros hijos porque son una parte viva de nosotros mismos y de cierto modo la continuación de nuestra historia. Sentir la vida creciendo dentro de nosotras, cuando somos madres; y sentirse artífices de la misma cuando somos padres; es una de las experiencias más enriquecedoras y emocionantes de la existencia. Adoptar la vida con amor y alegría es también algo para celebrar y valorar.
El amor es celebración, es por eso que para honrar la vida de cada uno de nuestros hijos debemos entender que las cosas que amamos de ellos no tienen par, porque:
En Nuestra Calidad de Seres Humanos lo que nos hace a todos iguales, es que todos somos completamente diferentes. Un hijo es incomparable.
Que sin importar nuestros límites físicos, nuestra apariencia o procedencia, todos tenemos derecho a soñar. Un hijo es irrepetible, y debe ser recibido como un milagro de vida.
Que muchas veces la experiencia de convertirnos en padres nos enfrenta a situaciones y retos inesperados. El secreto es aprender que todos tenemos el derecho y la capacidad de ver la vida desde diferentes perspectivas. Ser feliz es una elección, y todo hijo representa nuestro cometido de entregarle al universo lo mejor de nosotros mismos basado en nuestras cualidades y capacidades únicas.
Las cosas que amamos de nuestros hijos existen por el sólo hecho de ser nuestros, y es nuestro deber como padres demostrarles con el ejemplo que son amados y aceptados siendo ellos mismos. Amar a un hijo no es quererlo cambiar o adaptar a nuestros requisitos de la felicidad, sino dejarlo aprender a descubrir su propia felicidad y apoyar sus modos de alcanzarla.
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