viernes, 5 de febrero de 2016

Una muñeca con discapacidad, el sueño de Melissa

Lo distinto genera rechazo. Lo tengo más que comprobado. Aceptar la diversidad es políticamente correcto y, en la misma medida, asumir la diversidad como parte de nuestra realidad casi siempre es posible cuando esa realidad es, estricta y justamente la nuestra, es decir, la tuya, la de tu propia casa, la de tu propia familia.
Foto: Adina Voicu
Foto: Adina Voicu
Lo distinto genera rechazo. Lo tengo más que comprobado. Aceptar la diversidad es políticamente correcto y, en la misma medida, asumir la diversidad como parte de nuestra realidad casi siempre es posible cuando esa realidad es, estricta y justamente la nuestra, es decir, la tuya, la de tu propia casa, la de tu propia familia. Si la diversidad está en la puerta del vecino de enfrente, entonces, entonces es demasiado lejos para nosotros. No la asimilamos, solo la aceptamos de cara a la galería, porque se lleva, porque socialmente no está prestigiado opinar lo contrario.

Pienso todo esto mientras repaso las noticias, tras leer que hay una niña en Estados Unidos Melisa Shang, de diez años, que ha pedido que hagan una muñeca con discapacidad. Melissa tiene una enfermedad llamada charcot-MarieTooth, que afecta a los nervios fuera del cerebro y la médula espinal, que provoca debilidad y entumecimiento en piernas y pies, pérdida de masa muscular y falta de equilibrio. La niña se ha dirigido a los mandamases de un gigante del juguete, American Girl, Matel, una muñeca similar a Nancy pero que cuesta bastante más que una Nancy y que tiene todo tipo de accesorios y posibilidades de ser personalizada a gusto del consumidor, y fabricante también entre otras, de la famosísima Barbie.
Lo que solicita Melissa, llena de razones a mi juicio, no es otra cosa que una muñeca “Girl of the Year” (la muñeca estrella de cada temporada) que vaya en silla de ruedas, que permita pensar al resto de niñas cómo debe sentirse uno cuando tiene que desplazarse sobre ruedas. Cada año la marca presenta una “Chica del Año”, una nueva muñeca con su propio conjunto de desafíos. Y qué mayor desafío el de vivir la vida sin poder caminar, desde una silla de ruedas a los diez años.

Por un minuto he pensado en esa hipotética muñeca y a mí personalmente me ha gustado. Si yo fuera el presidente de American Girl no lo dudaría, pero… ¿tendría éxito una muñeca así? ¿Cómo reaccionaría el público? Que es lo que a los fabricantes de juguetes les importa, no lo que me pueda parecer a mí, claro.

Mentalmente he repasado las muñecas que descansan en las estanterías de la habitación de mis hijas. Todas son la mar de monas y presentan un aspecto bastante saludable. No caeré en la demagógica y facilona tentación de transformarme en defensora de las muñecas feas, poco estilosas o realistas. Parto de la base de que un juguete tiene que hacernos soñar, estimular nuestra fantasía. Me confieso fan de Barbie, por ejemplo, y no creo que por haber jugado miles de horas con una muñeca de curvas imposibles y esbelta figura mi percepción de la realidad haya quedado tocada y hundida. Para cuerpo normal y corriente ya tengo el mío y no me disgusta. La cabeza han de amueblárnosla nuestros padres, no Matel, pero… ¿me gustaría que alguna muñeca de mis hijas fuera coja, por ejemplo? Mi respuesta sigue siendo sí, de todas todas.

Lo más exótico en cuanto al mundo de la diversidad que tienen mis pequeñas en casa es un perrito guía de peluche y unos cuantos cuentos en braille con dibujos en relieve. Los cuentos especiales, los llamamos en casa.

Nuestro perrito guía de peluche es también un juguete especial. Lleva arnés y nos ha brindado un buen puñado de horas de juego y ha propiciado interesantes conversaciones acerca de lo importantes que son estos perros que van a la escuela para aprender a guiar a una persona ciega.

Pero insisto, lo distinto de entrada genera rechazo. Demasiada realidad empacha. Fue muy curioso escuchar los comentarios de los adultos cuando vieron que una de las muñecas de mis peques estaba embarazada y que detrás de la gran barrigota preñada aparecía un diminuto bebé de plástico cabeza abajo. “¿es necesario enseñarles esto a los niños pequeños?”, “!Tú espabílalas tan pronto que verás!”, como si el estar gestando una vida fuera motivo de secreta ocultación o por si ocultar la realidad biológica de nuestro ser mamífero las condenara a algún tipo de desastre vital.

A todos nos gusta sobre el papel que nuestros hijos estén educados en valores. Sin embargo, el propósito se queda en un mero enunciado cuando se trata de dar un paso más. ¿Tuvo algún éxito aquel muñeco bebé que mamaba? Sí, un bebé de juguete que tomaba pecho en vez de biberón. Me temo que no. No conozco a ninguna niña que lo tenga en casa. Demasiado real para asumirlo, el seno femenino era imprescindible para el acto del amamantamiento en sí y seguimos como sociedad aceptando la cosificación sexual de la mujer, nada más. Todo lo demás relativo a la biología humana públicamente no está bien visto.

¿Y la muñeca en silla de ruedas? Me imagino los comentarios: “qué drama de muñeca”, “?no hay algo más agradable para jugar?”. Cuando el papel del juego, entre otros objetivos, es el de ensayar para la vida, imaginar ser otra cosa con todo lo que ello implica.

Pues   a mi hija pequeña le encantaría. Ella que siempre me pide que le fabrique una escayola de cartón para dejar cojita a su Barbie. Yo misma “invalidé” a una de las mías jugando a ser diferente… Y la imaginación me vuela y pediría que hicieran otra muñeca ciega, con su perro guía y su bastón y sus cuentos en braille… y su manual de instrucciones sobre cómo mover el bastón en arco para no tropezar. Creo que los fabricantes de muñecas tienen un filón, toda una línea de muñecas de la diversidad interesantísima de explorar. Ponerse en la piel del otro, correr aventuras a ciegas, sobre ruedas… ¿por qué no? Yo iría tomando nota, Famosa, para que no se adelante Matel.

Mejor dejo de cavilar que es bien entrada la madrugada ya y dejo de soñar. Lo distinto genera rechazo. Solo unos pocos soñadores   con ganas de cambiar el mundo piensan, pensamos estas cosas. Solo yo, solo Melissa Shang que tiene esa enfermedad degenerativa e incurable y que desea que otros niños se pongan en su piel para saber que todos tenemos que afrontar retos y superar desafíos diarios. Pero insisto, yo iría tomando nota, Famosa, que siempre hemos sido los españoles maestros jugueteros.

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