sábado, 6 de febrero de 2016

Una carrera de obstáculos para ir a clase



La sencilla tarea de acudir a diario a clase supone un enorme esfuerzo cuando uno debe desplazarse en silla de ruedas. Una carrera llena de obstáculos a los que cada día debe enfrentarse Carlos Álvarez Da Silva, un joven con parálisis cerebral, estudiante del ciclo de Integración Social en el IES de Chapela. Las aceras sin rebajar, coches mal aparcados, autobuses con la rampa estropeada o el viejo ascensor del centro educativo conforman toda una odisea.



Solo llegar puntual a clase cada día es un motivo de satisfacción para el joven Carlos Álvarez, un alumno del IES de Chapela con parálisis cerebral y una discapacidad del 78% que le obligan a depender de una silla de ruedas eléctrica para desplazarse. Cuando cruza la puerta del aula cada jornada se siente como si hubiese ganado una batalla. Aunque el enemigo al que se enfrenta es casi invisible para la mayoría de los ciudadanos. Aceras en mal estado, bordillos sin rebajar, coches mal aparcados en las esquinas de las calles, autobuses con las plataformas de acceso inoperativas o ascensores averiados son algunos de las barreras que debe esquivar y transforman en una odisea el trayecto desde su casa, en el barrio vigués de Teis, al instituto chapelano, donde cursa segundo año del ciclo de Integración Social.

"Hay días que tengo que estar dos horas esperando en la parada del Vitrasa a que pase un autobús al que le funcione la rampa", explica Carlos, que alguna vez incluso ha recorrido los cinco kilómetros que separan su vivienda del centro educativo en su silla de ruedas con motor -tiene una autonomía de 30 km- harto de ver pasar los buses con la plataforma inoperativa. "No entiendo lo que pasa, porque deberían tener un mantenimiento. Puede fallar un día una, pero cuando es un problema tan frecuente te acaba indignando que no lo solucionen", afirma. Este joven con discapacidad ya se quejó tanto en el Concello vigués como en la empresa concesionaria, donde le dicen que van a arreglarlos, pero pasan los meses y todo sigue igual. En otra ocasión le contestaron que avisara del recorrido y el horario con 24 horas de antelación para que le enviasen un minibús adaptado, aunque tendría que reunir a más gente porque no sería viable para un único usuario. "Para mí eso no es posible porque ni tengo los mismos horarios cada día, ni tengo forma de reunir a más personas en mi situación para compartir el trayecto", puntualiza.

Sus compañeros de instituto se han solidarizado con el problema y aseguran que, como los autobuses continúen con sus rampas inoperativas, iniciarán una campaña de recogida de firmas e incluso no descartan otras acciones de protesta para reclamar una solución.

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