jueves, 19 de marzo de 2015

Poner luz a la lucha




Por Óscar Cuevas
La vida cambia para siempre cuando a unos padres se les comunica durante una gestación que su bebé llega con graves malformaciones. O cuando un parto se complica hasta el extremo, y la consecuencia es el nacimiento de un niño con algún grado de parálisis cerebral. O cuando un accidente deja a una criatura postrada para siempre, con secuelas insuperables. Entonces el edificio sobre el que uno construyó su proyecto vital de repente parece tener cimientos de barro. Todo tiembla. Y la familia comienza a recomponer esquemas, porque arranca una vida nueva marcada para siempre por la batalla interminable, por una pelea en la que sólo el amor incondicional ayuda a superar los peores momentos de flaqueza. En ese momento, la híper dependencia del ser amado se convierte en el eje sobre el que gira toda la existencia. Hasta límites no imaginables.
Dependencia
Selección de fotos de la exposición “Luchando por la dignidad”, de Nacho Izquierdo y Nando Rivero
Tener, criar, amar, sacar adelante de la mejor manera posible a un hijo o a una hija con dependencia severa, es una lucha cargada de emociones, de tensiones y dificultades. Y es lícito que los afectados esperen que el entorno, los poderes públicos, el Estado del Bienestar en suma, ayuden en la medida de lo posible, para que la dura cuesta que se inicia sea lo menos empinada posible. Lamentablemente, no siempre es así.
Imagen de la exposición "Luchando por la dignidad"
Imagen de la exposición “Luchando por la dignidad”
En un pasado no tan lejano en España se dio un paso importante en la dirección correcta, con la promulgación de la Ley de Dependencia, y el establecimiento de ayudas económicas a personas con necesidades extremas. Fue un tiempo en el que se entendió que esta prestación era un derecho, no una dádiva. Pero de pronto llegó el parón. De unos años a esta parte, la vocación de los Gobiernos central y autonómico por cuadrar las cuentas por encima de todo ha supuesto un hachazo considerable a los avances conseguidos. A pesar de que prometieron no mermar fondos de asuntos sensibles como este, lo cierto es que no ha sido así.
Son datos oficiales los que corroboran esta afirmación. Un informe del Tribunal de Cuentas (nada sospechoso de ser crítico con los gobiernos central o regional) dictaminó el año pasado que, entre 2011 y 2013, -los dos primeros años de gobiernos del PP- la financiación estatal en ayudas a la Dependencia se redujo en más de un 23 por ciento. El Estado recortó 361 millones de los fondos que transfería a las autonomías para estas políticas. Este mismo informe constataba que este fondo, que ascendía a poco más de 1.200 millones de euros en 2013, no es ni la quinta parte de lo que realmente necesitaría nuestro país para atender adecuadamente a sus ciudadanos dependientes.
En ese mismo “periodo negro para la dependencia” se han sucedido asimismo diferentes medidas políticas que han dificultado las cosas. Por ejemplo, las revisiones al alza de los criterios para otorgar ayudas, que han hecho que hasta 4.000 personas hayan perdido sus subsidios. Al tiempo, se han eternizado los plazos y trámites que transcurren desde que las familias solicitan las ayudas hasta que estas se materializan. Tanto, que en algunos casos las resoluciones llegan cuando es demasiado tarde.
En Castilla-La Mancha el Presupuesto para Dependencia se ha reducido en más de un tercio desde que gobierna María Dolores de Cospedal. Y son alrededor de 14.000 los grandes dependientes que a día de hoy aún esperan su prestación. Si a ello añadimos el endurecimiento de los requisitos para conseguir las ayudas, y la escasa cuantía de las mismas, el resultado que obtenemos es el que se refleja en testimonios como los que el espectador descubrirá en este trabajo que aquí se presenta. (*)
En los últimos meses pareciera que este mismo gobierno autonómico ha querido enmendar el rumbo con una nueva Ley Regional de Discapacidad, aprobada a finales de 2014, sobre la que algunos han depositado esperanzas. Sólo el tiempo dirá si la unanimidad política con la que se ha promulgado en las Cortes de Castilla-La Mancha es refrendada también con la aprobación de las familias destinatarias. De momento no son pocas las críticas que ha recibido la Ley desde los colectivos afectados, que la siguen considerando insuficiente.
Las ayudas a la Dependencia no deben ser entendidas como un lujo de país rico que la crisis pueda cuestionar. Son una necesidad básica para la supervivencia de los afectados. Porque tener un hijo en circunstancias como estas (también un marido, una madre o un padre) supone un ingente gasto económico. Son miles de euros lo que cuesta un determinado tratamiento, una adecuada silla de ruedas, la adaptación de una vivienda, un vehículo que permita el desplazamiento, o el salario de un cuidador que facilite a los familiares acudir al trabajo cada día, llevar a sus hijos al colegio, salir a hacer la compra, o ver una simple película de cine.
Cartel
Cartel de la exposición
Este catálogo, esta exposición y este vídeo documental que comparecen ahora ante usted, amigo lector, no son otra cosa que la mirada a una realidad cruel y sangrante. La han realizado profesionales de la comunicación gráfica de Guadalajara, en su ámbito más cercano. Las cifras de las que les hablaba hace un momento se reflejan en los rostros y los testimonios captados por sus cámaras.
Se trata, en definitiva, de poner la luz a la lucha que mantienen Alberto, Álvaro, Lucas, Lorenzo y Alba, y sus familiares. Madres, padres, abuelos o hermanos que pelean cada día, cada hora, cada minuto, por procurar la mejor de las vidas a quienes sólo les tienen a ellos.
“La lucha por la dignidad” es, en definitiva, el testimonio gráfico de una pelea por la supervivencia y la integridad personal. Es un grito de luz que quiere golpear la conciencia de la sociedad, para acercarnos la realidad de la existencia. En estas 30 imágenes en blanco y negro, así como en el trabajo audiovisual, el espectador verá el esfuerzo que supone afrontar la vida cada mañana, cuando esta gira alrededor de necesidades básicas.
Nadie debe ser invisible a los demás. Las personas dependientes, con menos motivo. Dejemos, pues, que se haga la luz sobre ellos.

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