lunes, 27 de mayo de 2013

Premian a una panchería atendida por personas con discapacidad.

Esfuerzo. Empleados y clientes, ayer en la panchería.
Su dueño es Saúl Macyszyn, que perdió un brazo a los 10 años. Ejemplo de tenacidad.
“¿Quién va a ir a comer a un lugar para ver desgracias, mirando discapacidades? Te vas a fundir, estás loco... Hay que poner chicas lindas, ese es el sistema”. Eso le dijeron a Saúl Macyszyn cuando contó que pensaba abrir un negocio de comida atendido por personas con alguna discapacidad .
Pero Saúl no se desanimó. Sin crédito bancario y con sus recursos lo logró. Hoy, las 24 horas, los 365 días del año, abre esta panchería, Discapanch, ubicada en el hall de la estación de trenes de Retiro, atendida por personas con discapacidad desde hace 14 años.
Por su iniciativa recibió el primer premio “Enrique Shaw” en el rubro de “Inclusión laboral de personas con discapacidad” durante la 9° entrega de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) que reconoce a las grandes empresas y pymes que emplean a personas excluidas del sistema productivo. Otros de los negocios premiados fueron Globant, COMAU y Securitas.
A los 10 años este luchador había perdido su brazo derecho en un accidente. Estudió como analista de sistemas, pero luego quedó sin empleo y fue cuando pensó en abrir la empresa que ahora premiaron.
Según el último censo en Argentina el 13% de los habitantes tiene alguna discapacidad y el 90% de ellos están desempleados . Saúl, en su discurso de agradecimiento, remarcó: “Cuando una persona con discapacidad consigue trabajo todos ganamos. La persona con discapacidad recupera su dignidad, mejora su calidad de vida . El empresario mejora su imagen, cumple su responsabilidad social y hasta tiene descuentos al pagar impuestos”.
Gabriel Versaci tiene un problema en su brazo y pierna derecha causada por una hemiplejia congénita. Trabajó durante 14 años junto a sus padres en un kiosko, estudió fotografía profesional y perito en administración legislativa.
“Apareció Saúl en la televisión y mi mamá anotó la dirección, vine, llené la solicitud de ingreso: a los quince días me llamaron para una entrevista”, cuenta este empleado de Discapanch y confiesa que es su “primer trabajo en blanco”, tras una larga búsqueda. “El trabajo era estar en la calle buscándoles lugar a los coches para estacionarlos y ganaba lo que me daba la gente, era como pedir limosna”. Desde hace cuatro años tarda cuatro horas de ida y vuelta para ir a trabajar y está feliz. Les repite a los que no contratan discapacitados: “Yo puedo hacer lo mismo que vos, con la diferencia de dos minutos más. Pero lo haré mejor”.

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