La coordinadora de personas con discapacidad física de Gipuzkoa reúne en un informe las deficiencias de accesibilidad de Euskotren
06.05.13 - 07:23 -
Rosalía Jaurrieta se vale de una silla de ruedas para desplazarse desde 1989, cuando una artritis reumatoide y un accidente de coche se cruzaron en su juventud. Tenía 16 años. Entonces arrancó una nueva vida para esta donostiarra, la que transita sobre una silla, y la que se topó con unas condiciones de accesibilidad que por aquel entonces dejaban mucho que desear. Con el paso de los años, la concienciación social y una normativa que ha respaldado las reivindicaciones del colectivo de personas con movilidad reducida se han ido subsanando las deficiencias. «Sí, sí que ha mejorado bastante, pero aún queda mucho por hacer», comenta a la entrada de la estación de Lugaritz. Por ejemplo, cada vez hay más aceras rebajadas, «aunque muchas no están bien hechas y las ruedas se atascan». Pero no son las aceras las que nos han traído hoy a esta parada del Metro de Donostialdea. Son las carencias con las que chocan cuando viajan en Euskotren.
Una delegación de Elkartu, la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física de Gipuzkoa, ha expuesto esta semana en el Parlamento Vasco las deficiencias que han detectado, a través de las quejas de sus socios, en las nuevas unidades ferroviarias. Hace un par de años Euskotren comenzó a renovar los vagones que recorren el Topo y desde entonces Elkartu ha recogido «numerosas quejas» que ha trasladado a Euskotren, con la que mantiene una relación de «colaboración». De hecho, han ido de la mano para superar las barreras que para el colectivo de personas con discapacidad se han ido presentando en el transporte ferroviario. Fruto de ese trabajo son las mejoras en la accesibilidad y seguridad de los servicios ofrecidos por Euskotren.
«Mira, por ejemplo, la máquina de los billetes está bien. Los tornos de acceso también y hay ascensores para bajar. En este caso es amplio para entrar con la silla y tiene el botón a una altura adecuada», cuenta Rosalía, mientras descendemos a uno de los andenes de Lugaritz. Llega el convoy.
Los nuevos trenes del Topo tienen vagones específicos destinados a personas con movilidad reducida que incorporan una plataforma que salva la distancia con el andén. Para utilizarla, es preciso presionar un botón verde situado en el exterior del vagón. A Rosalía le cuesta acercarse al botón y presionarlo. Pero lo logra y sale la rampa.
El informe que ha elaborado Elkartu, que incluye un análisis presencial, constata que en nueve de las diez incidencias recogidas para acceder al vagón el origen era ese botón. «A un conocido le pasó que no se encendió la luz tras dar al botón, no recibió la contestación del conductor y no salió la rampa», cuenta Rosalía. En otros casos, según Elkartu, la actuación del conductor posibilitó, tras varios intentos, que saliese la plataforma.
Con la rampa desplegada, Rosalía se dispone a ascender al vagón. Pero la silla resbala. Tras varios intentos, y gracias a su pericia, logra entrar, pero en otros casos ha de intervenir una tercera persona, «lo que evita que se puede viajar de forma autónoma».
La plataforma se compone de tres tramos. El primero es una pequeña rampa que, «por su corta dimensión se convierte en un escalón», se quejan desde Elkartu, donde aseguran que incumple la pendiente recomendada del 6%. Este escalón provoca que los reposapiés de algunas sillas de ruedas se atasquen.
El segundo tramo de la plataforma ya ha sido corregido tras la colocación de una pletina, lo que ha eliminado el otro escalón que se formaba, «aunque sigue presentando bastante pendiente». Además, la rampa «es muy resbaladiza».
Zonas rebajadas
Rosalía cuenta que hay otros problemas, es este caso de altura. Por ejemplo, en algunos andenes la zona rebajada no es lo suficientemente prolongada para que la rampa pueda salir sin dificultades. Además, estos vagones específicos tienen una mayor altura que el resto, lo que origina «muchos problemas en el momento en que la rampa no sale totalmente, o cuando sólo sale un tramo de rampa. Con ello se crean situaciones de peligro debido a la pendiente», señala el informe.
Una vez en el interior, Rosalía se topa con una barra central, en la que se pueden agarrar los pasajeros que van de pie, que entorpece su movilidad. Porque los pasajeros en silla de ruedas tienen reservada una zona que, en esta ocasión, está libre, pero que comparten con bicicletas y carritos de niños. Aunque se han colocado carteles de prioridad de uso, creen que las bicicletas deberían ir en otro sitio.
La imposibilidad de colocarse el cinturón de seguridad de forma autónoma es una de las quejas más reiteradas, así como el acceso al botón negro al que han de dar para que, cuando pare el tren, se despliegue la rampa y puedan descender. «Es muy difícil acercarse a la pared y darle al botón», reconoce Rosalía, que ha de maniobrar varias veces. «Y ahora no hay gente, pero si hubiese más pasajeros...». Según Elkartu, «en la mayoría de los trenes este botón no funciona». Al respecto, Rosalía cuenta el caso de otro conocido que dio al botón en la parada de Easo, pero la rampa no salió ni el conductor se percató de la situación, así que el tren siguió con su ruta. Llegó a Lugaritz, donde sí salió la rampa. «Bajó allí, pero como el billete comprende un trayecto determinado, se había pasado de su estación de destino y no podía salir».
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