Educación arguye que los chicos ya están tratados en sus escuelas
El Ministerio de Educación está denegando ayudas que hasta ahora recibían alumnos con autismo para pagar clases especiales de reeducación pedagógica y del lenguaje. Decenas de familias de Alcalá de Henares (Madrid) a las que no se les ha concedido la beca en este curso escolar intentan revertir la situación mandando las facturas de la terapia y los certificados de los orientadores de sus centros en los que se recomienda que vayan a esas clases de apoyo. Tras la denuncia de estas familias, este diario ha sondeado a varias asociaciones por toda España y ha encontrado el caso de 15 grupos de la Federación Española de Autismo-FESPAU que habían pedido cada una 20.000 euros para estas terapias. Por primera vez se las han denegado también y están a la espera de conocer el motivo. Las organizaciones están localizadas en Murcia, Madrid, Baleares, Cantabria, Córdoba y Santander.
No recibir la terapia necesaria puede suponer para una persona con autismo retroceder en su evolución y perder calidad de vida. El ministerio arguye que ya reciben suficiente en los centros especiales a los que acuden. Las familias siguen beneficiándose de la parte de las becas NNEE (Necesidades Especiales) dedicada a ayudas al material (hasta 204 euros), comedor escolar (hasta 574) o transporte (hasta 617). Pero la ayuda para terapia era la más costosa, hasta 913 euros al año. En Alcalá de Henares se han solicitado 62 ayudas y se han aceptado dos, cuando según la asociación Astea Henares tradicionalmente antes se concedía el 90%. “El anterior año nos dieron 3.300 euros en total, entre becas NNEE y TIC (tecnologías de la información), para proyectos de apoyo dentro del centro”, explica Alberto Baliñas, trabajador social de la asociación APTACAN Autismo Cantabria, que atiende a 52 familias.
Pilar Vidal, presidenta de Astea Henares, sostiene que los centros públicos y concertados “cuentan con unos medios muy limitados y con demasiados alumnos, y a veces los profesionales, a pesar de su interés personal y sus esfuerzos, no están suficientemente formados en autismo ya que no se financia una formación continua para ellos”. Pero no tira la toalla: “Es desesperante, injusto e inmoral. La Administración no debería escatimar el dinero en áreas tan fundamentales como la salud, la cultura y la educación”.
“Lo que ha pasado es que antes se era más laxo, menos rígido, y ahora con la crisis no es que los requisitos de las becas hayan cambiado, es que se cumplen a rajatabla y antes no”, cuenta Javier Arnaiz, orientador del colegio para niños con autismo de Burgos. “Tienes que justificar muy bien por qué se necesita más apoyo si tienes un logopeda para cuatro aulas y en cada una hay de seis a ocho alumnos”, prosigue. En Castilla y León tan solo firman el certificado para solicitar terapia en casos muy específicos. “Un alumno con un implante coclear —para oír mejor— o una terapia muy concreta para alguien con parálisis cerebral”.
En el centro privado Kaplan de Torrejón de Ardoz (Madrid) 30 de sus pacientes han solicitado beca. Otros años se concedían unas 27, pero este han sido ya denegadas 22 y a los otros ocho se les ha pedido factura, lo que no significa que se les vaya a conceder. No son solo niños con autismo. Algunos sufren síndrome de Down, déficit de atención o están sin diagnosticar. Noelia Pavón, su directora, describe una situación dramática. Cinco chicos han dejado el centro y los padres de otros que pensaban recuperar el dinero con la beca —como en años anteriores— no saben ahora cómo van a devolver los préstamos a sus familiares. Dos días a la semana de terapia de logopeda son 120 euros mensuales. “Nosotros nos coordinamos con los colegios para trabajar cosas distintas. No es que sus profesionales no sepan tratarlos, es que es una atención colectiva y necesitan una individualizada”, explica Pavón, escandalizada del sentimiento de culpa que sufren los padres. “Se sienten mal, como si estuviesen pidiendo algo que no les corresponde y en realidad cumplen los requisitos de renta y de necesidades”.
Los chicos necesitan terapia para mejorar sus capacidades de relación social y empatía emocional, para lograr que sean capaces de comunicarse o para potenciar su imaginación. “Mi hijo ya nos da besos y está aprendiendo a mostrar sus sentimientos. Si está triste o cansado. Si parara de ir, retrocedería”, cuenta Rosa Belda, madre de un niño con autismo de 11 años. Le han denegado la ayuda de terapia, pero respira porque con estrecheces podrá seguir pagando los 300 euros al mes. “No nos sobra, pero ahorraré en la cesta de la compra y mis otros dos hijos no irán a clases extraescolares”. Conoce casos de niños que ya han dejado el tratamiento. Como unos gemelos con padres sin medios. O a Inma, auxiliar de enfermería, con su marido en paro y tres hijos, que está planteándose que su hijo con autismo de 13 años no acuda a la consulta. “La terapia es una prioridad, pero hay que darle de comer primero… tengo que vestirlo y comprarle zapatos”. Sostiene que en la escuela “se ciñen a la atención curricular” y en terapia “trabaja otras cosas como habilidades sociales o técnicas de resolución de problemas”.
“Es el inspector quien hace la valoración sobre la necesidad de recibir los tratamientos. Por eso puede haber diferencias de una zona a otra. Se ponen de acuerdo con los criterios al menos provincialmente, y sobre todo hay diferencias de una comunidad a otra”, explica Enrique Blat, de la Asociación Valenciana de Personas con Autismo.
Otras comunidades sí relatan cómo desde que arrancó la crisis esas ayudas han ido mermándose. “Hace cuatro o cinco años que no se dan ayudas para terapia para chicos que van a centros especiales”, cuentan en la Asociación de Familiares de Personas con Autismo de Asturias. “Se mantienen para quienes van a unidades especiales en colegios ordinarios. Más o menos con la ayuda, de unos 100 euros mensuales, cubren la terapia”.
“En nuestro caso, los niños que van a colegios integrados nunca han recibido este tipo de ayudas”, explica Amaya Áriz, presidenta de la Asociación de Autismo en Navarra. Su organización atiende a 80 niños con una logopeda y una psicóloga, además de hacer cursos de natación y yudo adaptado. A las familias que no pueden pagarlo se lo subvencionan los demás miembros. “Tenemos ocho familias que dependen de Cáritas”, afirma Áriz. “De nuestro presupuesto anual, solo el 1% viene de ayudas públicas: ni una centésima parte de lo que se necesita”. Ella se ve afectada directamente: la logopedia de su hijo la paga de su bolsillo. “Nos gastamos 700 euros al mes, porque cada sesión vale 40 euros. Si un niño tiene autismo, necesita una terapia diaria”.
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