miércoles, 16 de diciembre de 2015

"El hijo roto"



Quiero compartir con vosotros, amigos de esta página, esta epístola que he recibido esta mañana, en mano, en mi puesto de trabajo en la oficina de Correos, de una usuaria del Servicio Postal que hace aproximadamente un mes me adquirió su ejemplar de "El hijo roto".
La comparto aquí, en el muro del libro, por ser una carta emotiva y sincera. De ese tipo de misivas que te dan ánimo a seguir adelante con la promoción de esta, mi biografía personal y familiar por el mundo de la discapacidad severa. Es ese tipo de cartas de lector@s agradecid@s que te hacen pensar que, tanto esfuerzo y tantas horas de trabajo empleadas en escribir esta obra para editarla y que viera la luz, han valido la pena, por que sirven para ayudar a la sociedad y consigue llegar a las personas empáticas, sensibles y asertivas. Que esos más de 20 años de investigaciones, estudios, e indagaciones empleados en intentar ayudar por medio de terapias musicales a mi hijo gran dependiente no sólo ayudarán a Sergio, sino a mucha personas más con, o sin discapacidad; que esos casi tres años de correcciones, reconstrucción de páginas enteras, de desvelos y horas perdidas de sueño, no caen en saco roto, y serán útiles para ayudar a otras gentes; que esos tantos días y meses de lágrimas derramadas al evocar recuerdos doloroso y vivencias desoladoras ya dejadas atrás en el tiempo, reminiscencias que pensaba habían cicatrizado y curado, pero que renacieron con la misma intensidad en su evocación al escribirlas y plasmarlas, no manaron para tan solo secarlas con mis manos, o se vertieran cual nacimiento de un riachuelo, sobre el teclado del ordenador, pues serán útiles para las personas que tengan a su cuidado -o no, como nos dice esta lectora de "El hijo roto" en su carta- hijos, hermanos, padres, o familiares con diversidad funcional.
Gracias estimada lectora y amiga compañera de viaje por las páginas de "El hijo roto", por regalarme-regalarnos estos emotivos y sinceros párrafos. Es una pena que me dejases el sobre y este hermoso contenido en mi ventanilla y salieras corriendo, sin tiempo a darte, al menos, las gracias, sin tan siquiera darme lugar a saludarte y pedirte tu nombre, tus señas, o tu teléfono, para poder corresponder a tus palabras... ¿Fue quizá la timidez? ¿El guardar el respeto por el cliente que estaba atendiendo y no interrumpir mi trabajo? Seas quien seas, estés donde estés, me leas o no, GRACIAS, de corazón. Tú carta me da esas "alas" que , en ocasiones, veo en mi niño, mi ángel, mi bebote grande. Un afectuoso abrazo desde esta distancia, amiga lectora y un besote de nuestro Sergio.

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