Queridos amigos, hoy os voy a relatar una bonita fábula indú, con la que estoy segura que os vais a sentir identificados.
El cuento del aguador
las_dos_vasijas21Había una vez, en un pueblecito muy pequeño, un hombre que trabajaba de aguador. Por aquel entonces el agua no salía de los grifos, sino que estaba en el fondo de profundos pozos o en el caudal de los ríos. Si no había pozos excavados cerca del pueblo, el que no quería ir a buscar el agua personalmente debía comprarla a uno de los aguadores que, con grandes tinajas, iban y volvían al pueblo con el preciado líquido.
Una mañana, una de las tinajas se agrietó y empezó a perder agua por el camino. Al llegar al pueblo, los compradores le pagaron las acostumbradas diez monedas por la tinaja de la derecha, pero sólo cinco por el contenido de la otra, que apenas llegaba a la mitad. Comprar una tinaja nueva era demasiado costoso para el aguador. Así que decidió que debía apurar el paso para compensar la diferencia de dinero que recibía.
Durante dos años el hombre siguió yendo y viniendo a paso firme, llevando agua al pueblo y recibiendo sus quince monedas como pago por una tinaja y media de agua. Una noche lo despertó un chist en su
habitación:
Chissst… Chissst…
¿Quién anda ahí? -Preguntó el hombre-.
Soy yo -dijo una voz que salía de la tinaja agrietada-.
¿Por qué me despiertas a estas horas?
Supongo que si te hablara de día y a plena luz, el susto te impediría que me escucharas. Y necesito que me escuches.
¿Qué quieres?
Quiero pedirte que me perdones. No fue culpa mía la grieta por donde el agua se escurre, pero sé lo mucho que te he perjudicado. Cada día, cuando llegas al pueblo cansado y recibes por mi contenido la mitad de lo que recibes por mi hermana, me dan ganas de llorar. Yo sé que debías haberme cambiado por una tinaja nueva y desecharme, y sin embargo me has mantenido a tu lado. Quiero agradecértelo y pedirte una vez más que me disculpes.
Es gracioso que me pidas disculpas -dijo el aguador-. Mañana, bien temprano, saldremos juntos tú y yo. Quiero enseñarte algo.
El aguador siguió durmiendo hasta el alba. Cuando el sol se asomó por el horizonte, tomó la vasija agrietada y se fue con ella al río. Mira -dijo al llegar, señalando la ciudad-, ¿Qué ves?.
La ciudad -dijo la vasija-.
¿Y qué más? -Preguntó el hombre-.419401_349775551728468_198248570214501_918365_1855292582_n
No sé… El camino -contestó la vasija-.
Exacto. Mira a los lados del sendero. ¿Qué ves?.
Veo la tierra seca del lado derecho del camino y los bordes del lado izquierdo del camino repleto de flores -dijo la vasija-, que no entendía qué le quería mostrar su dueño.
Durante muchos años he recorrido este camino triste y solitario llevando el agua hasta el pueblo y recibiendo igual cantidad de monedas por ambas tinajas… Pero un día noté que te habías agrietado y que perdías agua. Yo no podía cambiarte, así que tomé una decisión: compré semillas de flores de todos los colores y las sembré a ambos lados del camino. En cada viaje que hacía, el agua que derramabas regaba el lado izquierdo del sendero y, en estos dos años, conseguiste crear esta diferencia.
El aguador hizo una pausa y, acariciando a su leal vasija, le dijo: ¿Y tú me pides disculpas? ¿Qué importan algunas monedas menos si gracias a ti y a tu grieta los colores de las flores me alegran el camino?
Soy yo quien debe agradecerte tu defecto.
Espero que os haya gustado tanto cómo a mí. ¿Qué moraleja sacaríais vosotros de ésta fábula?.
Para mí, la tinaja agrietada es mi querida hija, quizás la mayoría de la gente vea en ella la grieta, pero yo sólo veo ese camino lleno de preciosas flores, que hacen que mi vida tenga sentido cada día al estar a su lado. El camino es duro, pero merece la pena, porque ella existe, y es especial y única.
Me gustaría mucho que en los comentarios me contárais cuál ha sido vuestra interpretación del cuento. Besos, amigos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario