Su desarrollo en el futuro depende de la educación y formación que reciban
desde pequeños.
Cada persona con síndrome de Down es única e irrepetible. Por este motivo, el
trato debe ser así. De cada 600 recién nacidos, uno presenta esta alteración
genética. ¿Qué hacer? ¿Cómo educarles? ¿Qué futuro les espera? Éstas son
algunas de las preguntas que se formulan los padres ante la llegada de los
pequeños. La Federación Española de Síndrome de Down ha editado varias
guías para resolver dudas, quitar miedos y descubrir las posibilidades de estos
niños.
El primer mes es un periodo de acoplamiento con el bebé. Hay que acariciarlo,
hablarle, tenerlo en brazos. En ocasiones, se tiende a pensar que estos niños se
parecen mucho entre ellos, pero en realidad "se parecen mucho más a sus
familias", asegura la Guía. No es posible predecir cómo serán en el futuro, ya
que éste dependerá de la educación y formación que reciban. El proceso de
desarrollo será más lento, probablemente, que el de otros menores, pero
padecer esta alteración "significa una dificultad añadida, no una condena de por
vida".
Durante la etapa de crecimiento habrá que atender su salud y educación,
principalmente, pero también es muy importante la estipulación para favorecer
la integración. Nunca se deben olvidar las obligaciones de los menores, hay que
evitar caer en la tentación de hacer las cosas por ellos y las exigencias han de
ser proporcionales a su capacidad de atenderlas. Se trata, en definitiva, de
formar adultos maduros y responsables. Una meta "idéntica a la del resto de los
padres".
Se pueden estimular los sentidos con entornos ricos en colores y formas (vista),
canciones y nanas (oído), juguetes y objetos de diferentes texturas (tacto),
sabores (gusto) y olores (olfato). Cuando se les hable, debe hacerse siempre de
forma lenta y clara y es importante facilitar la movilidad de las extremidades,
el tronco o las manos.
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