Melania Moscoso, Premio Nicolás Salmerón, lucha por la igualdad de estas personas
La antropóloga Melania Mosocoso, en un parque de Vitoria. ARABA PRESS
Son casi invisibles para muchos ojos, sometidos al «doble castigo» que se les impone por ser diferentes, por no encajar con los patrones sociales de la normalidad, y sólo piden una cosa: igualdad. Una palabra que parece llenarlo todo y que se queda a veces vacía.
Melania Moscoso (Bilbao 1975), se ha convertido en la canalizadora de la voz de la discapacidad que lucha por dejarse oír en medio del ruido de múltiples acciones políticas y sociales, que tienden a medidas más efectistas que efectivas y que buscan más un «paternalismo», una protección, que conseguir la igualdad real ante la sociedad que buscan aquellos que padecen una discapacidad.
Antropóloga, doctora en Ciencias Políticas y profesora en la Facultad de Antropología de la UPV/EHU de San Sebastián, Melania Moscoso ha volcado todo su trabajo de investigación hacia buscar la igualdad de los discapacitados. Un trabajo por el que recientemente ha recibido el Premio Nicolás Salmerón de Derechos Humanos, que ha distinguido su labor para «dotar de base y contenido al movimiento de defensa de los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad mediante su actividad intelectual y su compromiso cotidiano en todo tipo de foros políticos, sociales y académicos».
"A las dificultades físicas se añade una presión social de la que no se habla"
Moscoso sabe bien de lo que habla, más allá de su labor como investigadora. Ella misma sufre una parálisis cerebral que, sin embargo, no le ha impedido completar unabultado currículum y un reconocido trabajo en el ámbito universitario que le ha llevado incluso a trabajar en Estados Unidos.
Por esto, no oculta su malestar cuando se presenta desde los medios de comunicación o desde las instituciones la imagen de personas discapacitadas como «incapaces de hacerse cargo de sus vidas»; telemaratones o galas benéficas «que tienden a perpetuar la imagen de discapacitado como víctima». Prefiere hablar, más que de ayudas, «de lucha por la igualdad y de medidas concretas para reducir la desigualdad social» a la que se ven sometidos.
En este sentido, cree que es fundamental la calidad de los servicios públicos, algo en lo que «la comunidad autónoma vasca funciona bastante bien». Y lo dice después de haber vivido en Estados Unidos, donde la mayoría de los discapacitados no tiene capacidad para llegar a los servicios sanitarios».
Pero igual de importante que considera que es una Sanidad Pública lo es la Educación. «Una Educación pública que funcione y que no se convierta en el reducto de las familias con menos ingresos. Una educación inclusiva que pueda hacer visible la problemática de las personas con discapacidad». Esto es, en su opinión, hablar de colegios públicos adaptados para las personas con discapacidad y lamenta que la crisis esté llevando a que «muchas escuelas ya no puedan contar con fisioterapeuta o un logopeda».
"No se les puede presentar como incapaces de ocuparse de su vida"
Melania Moscoso habla en sus trabajos, no tanto de la vertiente médica de la discapacidad, sino de la social, que es donde radica en su opinión la verdadera desigualdad. En su opinión, la discapacidad se ha convertido en «una forma más de presión social que obedece a causas sociales y no solo físicas o médicas, aunque tiene un momento médico, claro», dice. «Pero además de las dificultades derivadas de los de los problemas físicos hay otra parte social de la que no se suele hablar. Y esa es una forma de presión social que está superpuesta a la dimensión física y que es una forma de exclusión social».
No se trata sólo de las convenciones arquitectónicas de las ciudades, o de las dificultades de acceder al transporte público de estas personas. Va mucho más allá. «Son formas de estigma y de discriminación que también funcionan con el género o con los grupos étnicos, que están también discriminados. Otras formas más sutiles de exclusión social», que apartan al discapacitado de la sociedad, de los puestos de trabajo, y que tienen mucho qué ver con factores culturales.
Y pone como ejemplo, «el tipo de personas que han sido los pastores en los pueblos, sobre todo en los años 50. Muchos de ellos eran personas con trastornos de conducta, y, sin embargo, el medio social les daba un lugar». Eso ahora no es fácil que ocurra en el tipo de mercado de trabajo que predomina en nuestra sociedad. «Determinadas formas de ser se convierten en problema cuando las formas de trabajar son siempre las mismas, que consisten en estar en un mismo sitio pegados unos con otros y con trabajos más o menos sedentario».
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