La joven invidente Jazmín Botín Hernández, de 23 años, natural de Villa de Mazo, estudia Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid y su ilusión es dedicarse a la radio. No quiere que la sociedad la compadezca, sino que le dé oportunidades para formarse y acceder al mercado laboral.
Esther R. Medina - Santa Cruz de La Palma
Cuando nació, la ausencia de oxígeno en la incubadora le quemó las retinas y le oscureció el mundo para siempre, pero ella, con esfuerzo y tesón, sorteando barreras y obstáculos, ha logrado iluminar su existencia con proyectos e ilusiones. La joven Jazmín Botín Hernández, de 23 años, natural de Villa de Mazo, estudia Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid y quiere dedicarse a la radio, aunque reconoce que "está complicado". "Cuando termine la carrera, no sé lo que voy a hacer, todo depende de cómo esté la cosa; tengo que conseguir un trabajo que me dé por lo menos para pagar el alquiler, pero si voy a vivir sola, me va a salir caro, aunque también puedo optar por una residencia, y en esa estamos", ha señalado a LA PALMA AHORA esta joven invidente, de férrea personalidad, que no quiere que la sociedad la compadezca, sino que le dé oportunidades para formarse y acceder al mercado laboral.
Jazmín dejó La Palma con 7 años para estudiar en el colegio de la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) de Madrid y después regresó a la Isla para cursar el bachillerato y COU. "Me recorrí varios institutos porque en algunos no querían matricularme", recuerda. Su discapacidad visual le ha llevado a enfrentarse a grandes desafíos sociales. "Ir a estudiar a la universidad fue bastante difícil, porque en La Palma casi no me había movido por la calle y en el colegio de la ONCE me prestaban todo tipo de ayuda, prácticamente no tenía que moverme para conseguir las cosas, porque en los centros de recursos educativos de la ONCE te facilitan mucho la vida", admite.
Pero Jazmín quería estudiar Ciencias de la Información y tenía muy claro que era ella la que debía tomar la decisión de enfrentarse a un mundo que desconocía, que no podía ver, y que, en principio, le angustiaba. "En La Palma también me ayudaban bastante, pero cuando tuve que ir a Madrid fue lo bueno: me encontré en un colegio mayor y tenía que aprender a moverme por la calle, por lo menos a ir a clase", dice. "Los primeros días me llevaban los compañeros encantados, pero, claro, yo me sentía mal, y pensaba: ¡Madre mía, cómo voy a andar yo sola por las calles!". "Menos mal que una de mis mejores amigas vive en Madrid y también estuvo en el colegio de la ONCE, y ella sí que se sabía mover y me ayudó mucho, pero me costó años aprender a caminar por las calles porque yo al principio estaba supernegativa y eso no me ayudaba". "No estuve sola, pero, en parte, sí, porque me tuve que enfrentar a la realidad; te pueden dar muchos consejos, pero eres tú la que tienes que tomar las decisiones", subraya.
Pero las dificultades para Jazmín no estaban solo en la calle, también encontró algún obstáculo en el mundo universitario, aunque logró integrarse plenamente. "Ha habido de todo: he tenido profesores que se han preocupado por mí sin que yo lo pidiera, y eso tampoco lo pretendo; otros, me he tenido que dirigir a ellos y me han atendido, y otros, simplemente 'pasan", afirma.
Hasta que llegó a la universidad, siempre había estudiado en sistema braille, pero la carrera la ha cursado con un ordenador de teclado adaptado y voz sintetizada. "He hecho algunas cosillas en braille, cuando tenía que imprimir algo para hacer una exposición, porque es más cómodo, y, además, muchos profesores me miran raro si utilizo el ordenador en clase". Las nuevas tecnologías han supuesto una gran ayuda para esta joven invidente. "Yo nunca pensé que podía hacer las cosas que he hecho, como estudiar o realizar cursos online".
La relación de Jazmín con sus compañeros de carrera es muy buena, aunque no comparte su forma de divertirse. "En la universidad me he integrado bien, aunque reconozco que no he sido una más, porque el tema de ir de marcha y esas cosas nunca me ha gustado; me llevo bien con la gente y salgo con algunas compañeras, pero es que todo el mundo bebe y las fiestas son en plan botellón".
Jazmín, que tiene un acento más madrileño que palmero, decidió estudiar Ciencias de la Información "porque desde niña siempre me ha gustado la radio, oír las noticias, a los periodistas informando...", aunque también, de vez en cuando, escribe artículos de opinión sobre la actualidad "muy, muy críticos, creo que me paso", reconoce. La carrera la termina el próximo curso porque tiene unos créditos pendientes, pero ella ya está planificando su futuro profesional. "A mí me gustaría dedicarme a la radio, pero si eso no es posible, pues cogeré lo que caiga". De momento, solo ha hecho prácticas en una empresa en la que se encargaba de escribir los contenidos del foro de una red social. Si tiene que elegir entre La Palma y Madrid, se queda con la capital de España. "Allí hay más vida".
Este verano es uno de los pocos que Jazmín pasa en la Isla. "Llegué el 30 de junio, y vamos a la playa, damos un paseo, pero los días son bastante tranquilos; si estuviera en Madrid haría muchas más cosas, porque aquello está más lleno de vida", insiste.
Con solo 23 años, Jazmín lleva ya muchas batallas libradas, pero carecer del sentido de la vista también ha tenido alguna parte positiva. "Ha habido muchas dificultades en mi vida –algunas nos las ponemos nosotros- y no ha sido fácil, pero lo importante es no estancarte en decir que no es fácil, porque así no harás nunca nada". "En mi caso, ser invidente me ha servido para darme cuenta que gracias a los sentidos, sin contar la vista, puedo hacer muchas cosas, y una muy importante: 'mirar' en el interior de las personas, porque como no puedo verlas, como no sé cuál es su pinta, me hago una opinión de ellas desarrollando otros sentidos".
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