jueves, 15 de septiembre de 2016

«¿Qué tal un toquecito minus en la maxi mega Tabakalera?»

Miércoles 14.09.16 21

EL DIARIO VASCO

Telmo Irureta
Vale, necesita
ayuda para comer
aceitunas pero
tiene Mugi barata


Dos carreras, Magisterio y
Pedagogía y una silla de
ruedas. Actor, monologuista,
guasón. Espectador y
director de cine. Alumno del Taller
de Artes Escénicas de Donostia. Ha
trabajado bajo la dirección de gente
tan principal como Ana Pérez en un
montaje espectacularmente atrevido
de ‘El palacio de la luna’ de Auster.
Amigo de sus amigos, hay que
citar a su compañero de atrevimientos
escénicos, Haritz Morrás. Y a Maitena
Ilarramendi, con la que se trae
entre manos un a película que va y
viene en sus imaginación y desvelos
desde hace tres años. El viernes
participó en un cónclave glorioso en
el espacio SedeKeler en compañía,
por ejemplo, de la tremenda Mentxu
Arrieta. Se presentaba un corto de lo
más interesante: ‘La noche de César’.
Hoy Telmo estrena obra en El
Sekadero. Habrá cinco pases. Empezando
a las 18.3. Duración: 20 minutos.
Último pase: 21.10
– Antes de que alborotemos más de
la cuenta, bonito eso que tienes escrito
en tu cuenta de Vimeo.
– ‘... Tan vivo como las notas de un
acordeón, tan solo como un actor sin
escenario ni telón, tan suave como
el azul del cielo, perdido como un
perro sin dueño...’. ¿Te gusta?
– Mucho. ¿Es tuyo?
– No... Es de una canción de Ella Baila
Sola.
– ¿De quién podía ser, verdad, sino
de Marilia Andrés y Marta Botía?
La voy recordando, sí. Se titulaba...
– ‘Mejor sin ti’.
– ¡Eso! En YouTube está también
vuestro espléndido trabajo (del
TAE) a partir de ‘El palacio de la
luna’. ¿Qué pasa en el minuto 28?
– Primero te cuento algo: éramos seis
actores interpretando a un mismo
personaje. Seis monologos. Tres actrices.
Tres actores. Tres en euskera.
Tres en castellano. En el minuto 28
de la grabación hice algo que nunca
había hecho yo en escena...
– ¿?
– Con ayuda de uno de mis compañeros
dejo la silla de ruedas y me pongo
de pie para recitar parte de mi monólogo.
Fue toda una experiencia.
Para el público. Y también para mí.
Muchas veces decides esconder tus
manos y tus piernas para que el espectador
las olvide o para que no
sienta maldita compasión hacia ti.
Ni compasión ni que por tener parálisis
cerebral todo lo que hagas les
parezca genial por eso de ‘qué majo,
fíjate. Qué poder de superación’.
– Sí, no sé si es peor lo uno o lo otro.
– Pero en aquel montaje decidí que
quería que se me viera entero. Y la
sensación fue intensa. Como el asombro
de los otros.
– Las intenciones de ese ‘Toquecito
minus’ que estrenas hoy son mucho
más macarras y sarcásticas.
– No quiero contar mucho porque si
lo cuento todo, la gente lo sabe todo
y no va nadie pero digamos que les
voy a soltar unas cuantas de las muchas
ventajas que tiene ser minus,
ir en silla de ruedas, hablar raro... Si
hasta mola a veces. Es un toque; el
toquecito minus de tu personalidad.
– ¿Va por ahí lo de el descuento en
la tarjeta Mugi?
– ¡108% de bonificación en recarga!
– Lo que ya no resultará tan divertido
será lo de las aceitunas.
– Depende.
– ¿De qué?
– De dónde y con quién.
– Cuenta.
– Si estás con gente que no conoces,
acaso pasas de explicarles que no
puedes coger las aceitunas con tus
manos y te quedas sin ellas. Pero por
el contrario, me gusta cuando voy
de poteo con los amigos, sacan un
platilo, empiezan a comer ellos y de
pronto uno te pregunta ‘ Y tú, ¿por
qué no has cogido ninguna?’
– No sé si le veo el toquecito que tú
le ves a eso.
– Sí, mujer. Lo que yo noto ahí es que
están tan acostumbrados a que yo
sea como soy que llega a olvidárseles
que soy como soy.
– Divino. Pero te quedas sin aceitunas.
– Para nada. Si me apetecen les digo
que me las den en la boca, que es lo
que hacen cuando no se olvidan de
mi toquecito minus.
– Confiesa. Estoy segura de que a
veces según con quién te aprovechas
de ese toquecito.
– Por supuesto. A veces te encuentras
con gente demasiado remilgada,
compasiva hasta más no poder.
Según cómo tengas el día o el grado
de humor negro que estés manejado
en ese momento o bien lanzas un
bufido y te empeñas en ser lo menos
minus posible o bien te dejas hacer;
que te cuiden, te traigan o te lleven.
Sabiendo como sabes que tú eres
el dueño de la situación, de la silla y
de tu parálisis cerebral.
– Pequeñajas las dos salitas de El
Sekadero, ¿eh?
– Creo que me da bastante rabia y
pena que de tantos miles de metros
cuadrados de la gran Tabakalera ese
punto teatral no tenga más de ¡20?
Y no cuadrados, precisamente..
– Tienes al público más que cerca.
– Ves sus ojos, le oyes respirar. Y por
esa respiración notas si está en tu
onda o no. ¡Que fuerte! Eso no (te)
pasa, no, en el Victoria Eugenia.

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