Esta podría ser la típica historia de David contra Goliat, esa historia del pequeño ganando al grande, al poderoso. Es decir, una de esas fábulas con las que hace unos años soñaba junto a mis compañeros de universidad mientras teorizábamos, cerveza en mano, con que el mundo se podía cambiar.
Aimar es un chico de Tordesillas con parálisis cerebral al que la Junta de Castilla y León no ha hecho más que poner palos en las ruedas, la última cuando se negaron a dotar de un servicio de enfermería al aula sustitutiva del Colegio Público Pedro I. Ante estas injusticias su familia decidió no resignarse, no hacer caso de esas voces que dicen que no te signifiques que es mejor vivir arrodillado que levantarse, y como consecuencia luchar contra lo que hace unos meses nos parecían molinos de viento. Hoy han obtenido un gran triunfo al conseguir ese servicio para ellos y para todo el municipio de Tordesillas.
Esto ha sido un largo camino en el que han encontrado aliados y detractores (lo tiene todo para ser un relato épico ¿verdad?). Pero en torno a este tema lo importante son las lecciones que deja todo esto.
En primer lugar, y para los más románticos, el significado de la lucha. Es decir, que para conquistar los derechos que se niegan desde las estructuras del estado la única forma de hacerlo es presionar desde la calle, que es lo que ha hecho la familia de Aimar, primero solos y después en compañía de otras personas, que, y por hacer algo de autocrítica como tordesillano, no han sido tantos como los que protestaban por lo que para muchos se ha entendido como otra injusticia hacia nuestro pueblo por parte de la Junta. Cada uno sabrá donde están sus valores.
En segundo lugar remarco “nuestro pueblo”, porque al final lo que la Junta estaba negando no era la asistencia a un chico en particular, sino un servicio que a Tordesillas le correspondía tener (que por cierto, mucho recurso al constitucional por otras cosas, pero por este caso el Ayuntamiento tan solo una moción, cuestión de prioridades supongo).
En tercer y último lugar me gustaría saber que entiende la Junta por fijar población. Porque en el caso de Aimar estaban diciéndole claramente ¡Vete a la ciudad!. En casos así al final lo normal es que la familia opte por mudarse para estar lo más cerca posible de sus hijos. Para fijar población es importante, entre otros factores, acercar los servicios y la gestión al ciudadano, para ello es lógico que se potencien cabezas comarcales como Tordesillas, descentralizando los servicios de las ciudades e instalándolos en estas con el objetivo de que den cobertura a toda la comarca permitiendo así que, en el caso de personas más vulnerables, estas puedan seguir residiendo en sus pueblos. El problema de la Junta es que funciona a base de slogans, y lo jodido es que nos los creemos.
En fín, para alguien como yo que hace unos meses perdió el interés y las ganas por la política no solo institucional esto es un soplo de aire fresco que de momento me voy a tomar como algo aislado, aunque ojalá se una a otras experiencias que me permitan volver a creer como lo hacía hace unos años cerveza en mano.
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