jueves, 16 de febrero de 2017

"Soy bailarina gracias a mi discapacidad, no a pesar de ella"

Claire Cunningham, en su 'performance' del Museo del Prado. DANIEL IZEDDIN

Cuando Claire Cunningham (Glasgow, 1977) contempló en detalle El jardín de las delicias, se fijó en que un simple cambio en la posición de la mano (con la palma hacia arriba o hacia abajo) diferenciaba al mendigo que pide limosna de la criatura celestial que impone su bendición. Cunningham está atenta a estos detalles por su doble naturaleza de persona discapacitada y artista que trabaja con su cuerpo a través de la danza. Una osteoporosis sufrida a edad muy temprana la obliga a caminar con muletas desde entonces. "Y también a enfrentarme a mi propio cuerpo", añade ella. "Para mí no es una circunstancia negativa. Es más, muchas cosas que hace mi cuerpo son interesantes y, en algunos casos, suponen una ventaja para mí".
Inspirada en las figuras de El Bosco, sobre todo en sus tullidos, ciegos y otros discapacitados que aparecen en El carro del heno, en El jardín de las delicias y en los bocetos que dejó - que muestran "modos alternativos de negociar con el mundo", según la bailarina y coreógrafa-, Cunningham concibió Give me a reason to live (Dame una razón para vivir), un espectáculo que desde este jueves y hasta el sábado se representa en la Sala Cuarta Pared dentro del XXXIV Festival de Otoño a Primavera de Madrid. Como adelanto, ayer ofreció una performance abierta al público en el Museo del Prado, a escasos metros de donde cuelgan las pinturas bosquianas.
Cunningham fue primero cantante (de hecho, canta un aria de Bach al final del espectáculo), pero, por motivos prácticos ("no me daba suficiente dinero"), decidió pasarse a la danza, a la que llegó "de manera accidental".
"Desde joven, aún a pesar de los mensajes con los que nos bombardean sobre el cuerpo ideal que debemos tener, no me sentí incómoda con mi cuerpo", recordaba ayer tras su actuación en el Prado. Por eso, la danza es para ella "una cuestión de curiosidad y fascinación, no tiene nada que ver con el placer de bailar. En mi caso es más bien una cuestión de frustración, pero que suplo con la alegría que me brinda investigar". Esa investigación gira en torno a las posibilidades de su cuerpo para expresarse. "La manera en que me puedo mover con mis muletas ha hecho que mi cuerpo evolucione de una manera muy específica. Y eso me hacer reconocer algo importante: que hay ciertas cosas que son únicas en mi cuerpo", afirmaba al rato.
Si la danza es movimiento a través del espacio y el tiempo, "el hecho de ser discapacitada me ha hecho cambiar mi percepción del tiempo y el espacio". Así, espectáculos como éste no van tanto "de ser vista sino de cómo percibo yo las cosas".
Y esa percepción particular del mundo articula uno de los pilares de Give me a reason to live: "Soy consciente de que la inestabilidad que supone vivir para alguien como yo no es exclusiva de las personas discapacitadas. Sobre nosotros pende una especie de necesidad: de mostrar todo el tiempo cuán capaces somos de hacer las cosas. Pero esa incapacidad flota también sobre los refugiados o los desempleados". En el caso de estos últimos, tienen que enfrentarse a una paradoja: "demostrar que son aptos para trabajar y, al mismo tiempo, que no tienen un trabajo". Algo que, para ella, "es muy humillante y que refuerza esa sensación de inestabilidad".
De ahí que su trayectoria haya seguido una línea evolutiva. "Al principio, me preocupaba de demostrar cuán buena podía llegar a ser, de hacer cosas más espectaculares. Era una actitud un poco naive, en plan: 'Miradme, puedo saltar'", explicaba entre las estatuas del museo madrileño.
Por eso le irrita especialmente lo que se ha dado en llamar "inspiration porn" ("pornografía de la inspiración"), un término creado por la activista Stella Young para definir la amalgama de buenas intenciones, monetización, superación y motivación que ha surgido en torno a las personas con discapacidad. "Yo no hago esto a pesar de mi discapacidad. Lo hago gracias a ella", sonreía ayer Cunningham. "Lo que pasa es que la gente proyecta en los demás sus historias y, en nuestro caso, la discapacidad tiene una connotación negativa únicamente para la gente que no la tiene".

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