lunes, 28 de noviembre de 2016

«Estoy aquí para demostrar que en la vida no hay nada imposible»

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Le han diagnosticado artritis reumatoide y va a por la tercera carrera universitaria

 
A CORUÑA / LA VOZ 27/11/2016 15:33
Sissi Freire, emperatriz de la felicidad a pesar de, tenía una exitosa carrera en sector hotelero cuando se quedó ciega en el año 2011. Tras caer en una depresión, decidió irse a la República Dominicana para colaborar con una oenegé. Lo primero que le dijeron al bajarse del avión fue que se volviese para España porque, siendo invidente, no podría ser de mucha ayuda. Como no tenía nada que perder, se quedó durante dos años hasta que adoptó a Sofía, una niña sordociega y con síndrome de West, con la que ha vuelto a sonreír. Y de qué manera.
-Usted ciega, la niña también...
-Y a mí me acaban de diagnosticar una artritis reumatoide. Mire, este no es el billete que yo había comprado para mi vida. Lo primero que quieres es apearte del tren, pero logré salir de la depresión y ahora soy inmensamente feliz.
-¿Cómo lo logró?
-Tirándome a la piscina, aunque esté casi sin agua. A mí que no me digan lo que no soy capaz de hacer; prefiero que me ayuden a descubrir lo que sí puedo hacer. Estoy aquí para demostrar que en la vida no hay nada imposible.
-Su historia suena increíble.
-Al principio, todos me decían que era imposible que yo pudiera cuidar de esta niña. No entendían por qué me preocupaba por ella.
-Es que, con lo que usted ya tiene encima, como para sumar más vicisitudes de forma voluntaria.
-Pues esto es lo que realmente ha cambiado mi vida. Para bien. Mire, a mí las cosas me iban fenomenal a nivel profesional. Era directora comercial de cadenas hoteleras, viajaba por todo el mundo... Estaba enamorada de mi trabajo. Aunque bueno, solo vivía para trabajar.
-Pero lo de ahora es duro.
-Es evidente. Hay situaciones difíciles, pero trato de disfrutar cada momento intensamente. Vida es lo que tengo ahora.
-Siempre se dice que todo depende del color con el se miren las cosas, pero, perdóneme la broma, usted es invidente.
-¡Claro! Yo no veo con los ojos, pero sí he aprendido a mirar las cosas de otra manera. Pasé de ser independiente a no poder comer sola ni saber siquiera dónde estaba. Pero se aprende y ahora siento y aprecio todo mucho más. Además, tengo una niña que sacar adelante. Vivo el día a día.
-No le queda más remedio.
-He tenido que volver a aprender a hacerlo todo, pero lo de quedarme ciega no fue lo que cambió verdaderamente mi vida.
-¿Y qué fue?
-Un niño con diversidad funcional, Lliuri, que conocí cuando todavía estaba en una zona muy pobre de la República Dominicana. Era un saquito de huesos. Un día me pidió venirse conmigo. «Mamita, llévame contigo. Yo te prometo que trabajaré mucho y comeré poquito», me dijo. [Se emociona].
-Tómese su tiempo.
-Lo tenían atado con una cadena. La situación era terrible. Ese niño, realmente, cambió mi vida.
-¿Consiguió ayudarlo?
-En ese momento no pude hacer nada. Volví a casa, vendí todo lo que tenía y regresé a la República Dominicana cargada con medicinas y ropa, para ayudar a ese niño y a los demás. Fui a buscar a Lliuri y ya no lo encontré.
-Pero sí ayudó a los demás.
-Sí. Monté una escuela, tenía unos ciento cinco niños, pero un día me trajeron a Sofía, que llegó en una situación terrible. Sufría convulsiones y estaba desahuciada. La cogí en brazos y me acordé de Lliuri, el niño que no pude salvar. Entonces decidí hacer lo imposible para traérmela a Galicia.
-Ahí comenzó otro calvario.
-Así es. Intentaron secuestrarnos, tuvimos que estar dos meses escondidas en un zulo, pero, finalmente, logré la adopción legal. Cuando llegué a Galicia, todo el mundo se brindó para ayudarme: la Xunta, los hospitales, mis vecinos... [Vive en Pontevedra]. En diciembre, Sofía cumplirá cinco años. Nada de lo que tiene es operable, pero cada día que paso con ella es un regalo.

«Mi hija no ve, no oye y no habla, pero se comunica. Se ríe y te abraza»

El reto de superar lo imposible es la historia de Sissi Freire, la pontevedresa cuyo mensaje caló el pasado 5 de noviembre en la sede de Afundación en A Coruña.
-¿Qué contó aquí a las familias?
-Que era imposible que mi niña viviera, era imposible que pudiéramos salir de la República Dominicana... Todo parecía imposible y, sin embargo, aquí estamos. Mi hija Sofía no ve, no oye y no habla, pero se comunica. No para de reírse, te abraza sin cesar. Estamos solas y salimos adelante.
-¿Cómo lo hacen?
-Viviendo el día a día. No me permito el lujo de estar triste.
-Pero imposible es que usted pueda ver o que ella pueda andar.
-Hay que cambiar el objetivo. Que la obsesión no sea andar, sino, por ejemplo, que esa persona tenga una vida lo más independiente posible.
-Acotar los objetivos, digamos.
-Es que no hay nada imposible. Desde que me quedé ciega, no solo he sacado a mi hija adelante, sino tres carreras universitarias. Y sigo haciendo voluntariado.
-¿Cuánto le ayuda «Golfillo»?
-Yo me puedo equivocar, pero él no se equivoca nunca. Para lo pequeño que es, me ayuda en todo.

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