domingo, 4 de diciembre de 2011

UNA CARRERA DE OBSTACULOS

http://www.diariovasco.com/v/20111204/al-dia-sociedad/carrera-obstaculos-20111204.html

DÍA DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

Una carrera de obstáculos

Discapacitados guipuzcoanos cuentan sus problemas en el día a día. Reclaman que se mejore el transporte público y se eliminen las barreras que encuentran en las calles
04.12.11 - 02:56 -


Se ha avanzado, pero aún queda camino que recorrer. Todavía hay barreras, algunas sociales y otras físicas. De cómo lidian día a día con éstas últimas hablan varios guipuzcoanos con discapacidad. Ayer se celebró el día mundial dedicado a este colectivo.

Lorea Igartua Guridi

es una de ellas. Nació hace 38 años con parálisis cerebral. La silla de ruedas motorizada le aporta independencia, pero salir a comer unos pinchos es algo lejano para ella a pesar de vivir en San Sebastián, ya que los escalones de los bares de la Parte Vieja le suponen un impedimento.
También se queja de que no puede ir en el autobús con sus amigas discapacitadas porque éste dispone de plazas limitadas. «Incluso cuando voy yo sola, en muchas ocasiones, no puedo subir porque la única plaza que existe para los minusválidos está ocupada por una silla de niños», lamenta.
Fidel Alonso Fuentes tiene 41 años. A los 35 sufrió un accidente de tráfico y, desde entonces, se tiene que desplazar en silla de ruedas. Una situación en la que le gustaría ver a algún político, «para que comprendieran las dificultades con que nos encontramos». ¿Una de ellas?, le preguntamos. Por ejemplo, el hecho de sentirse visto como una persona poco útil por el resto de los ciudadanos, o en situaciones puntuales, como cuando ve algún gesto raro al subir al autobús por parte del chófer «porque bajar la rampa le supone esfuerzo y tiempo».
José Manuel Mancisidor,


más conocido como Budy,

tiene 47 años y al igual que Lorea también sufre parálisis cerebral. Su aliada y amiga es una tabla de números y letras que lleva pegada en la silla que le ayuda a comunicarse con el resto de las personas. Escribir en el ordenador es lo que más le gusta: es lo que le libera de lo que lleva dentro y no puede contar mediante la voz. Desde hace ya algún tiempo se ha dedicado a escribir su vida, sus sensaciones, sus emociones... Estas navidades, el lunes 19 de diciembre, es la presentación del libro, a las 19.00 en Oxfor, Zumaia.

'Tengo parálisis cerebral. Pero no estoy enfermo'. El libro que tanto tiempo lleva preparando y que ha titulado con una frase que, como dice él, «tiene su miga».
En el libro cuenta que con 14 años ya iba al Ayuntamiento de Zumaia para solicitar que pusieran rampas y «cuando se abrió un nuevo ambulatorio en la antigua estación de tren y vi que no había ascensor para subir, me puse a pedir firmas y recogí 3.000. Yo solo. Un día las llevé al Ayuntamiento para que dieran una solución al tema. A los meses, al ver que no tenía ninguna contestación, pregunté por mis firmas, y me dijeron que estaban allí, en una esquina, y además sin darles entrada al Consistorio. Aquello me dolió tanto que les pedí que me las devolvieran. Aún conservo aquellas firmas. A lo mejor algún día valgan para algo. Reconozco que esa batalla la perdí; injustamente, pero la perdí».
Puertas correderas
La dificultad que entraña el uso del transporte público también sale a colación cuando el donostiarra Javier Azpiarte responde a lo que significa moverse en silla de ruedas por San Sebastián. Cuenta que en alguna zona aún no puede bajar del bus, y que es «muy raro» ver puertas correderas, ya que en general en la mayoría de los comercios, tiendas y edificios se ven las puertas normales que suponen más complicaciones para este colectivo. Y todavía hay baños tan pequeños a los que no puede acceder.
Tanto Lorea, Javier, Fidel como Budy confiesan que, en ocasiones, se sienten ciudadanos de segunda.
Y ponen ejemplos, como escaleras, arcenes, el transporte ferroviario...
Lorea asegura que las nuevas unidades de Euskotren son «muy bonitas en teoría, pero en la práctica...», y Fidel apostilla: «Son una preciosidad, pero hay mucha distancia con el andén. Y en Lugaritz, por ejemplo, no sale la rampa». A su juicio, es una pena que algo nuevo «que ha costado tanto dinero» tenga estos errores de adaptación.
Las personas discapacitadas que viven en Donostia y localidades limítrofes pueden moverse también en taxi. Desde el colectivo estiman que hay unos 14 vehículos adaptados, que funcionan mediante reserva previa, «aunque existe la posibilidad de que llames y si tienen alguno libre te lo manden al momento».
Cristina Conde
 es invidente desde hace 44 años, cuando nació. De los apoyos que ha recibido a lo largo de este tiempo destaca el de la ONCE. Cree que sin esta organización muchas personas en su situación «no hubieran hecho nada con su vida». Y le gustaría que las instituciones públicas se volcaran al mismo nivel. «Por ejemplo, la ONCE sacó hace unos años un 'cacharrito' que permite saber si los semáforos están en rojo o en verde, pero no todos los semáforos están adaptados a este sistema y de los que están, muchos se encuentran estropeados y no los arreglan», se queja. Hablando de semáforos y cruces, recuerda que el sistema, que funciona en otros municipios, por el que los semáforos emiten un pitido para que las personas con problemas de visión sepan si pueden cruzar o no, se eliminó porque los ciudadanos se quejaron.
Autobuses con audio
Y luego hay esfuerzos que se agradecen, como el hecho de que los autobuses de DBus cuenten con un audio, que te va indicando las paradas, pero que son incompletos. «Porque, ¿cómo sé que autobús tengo que coger? Siempre tengo que preguntar a la gente que número es este autobús», expone Cristina. Por ello, el colectivo que forman los guipuzcoanos invidentes solicitan que los horarios de la paradas se adapten al braille, para que ellos puedan tener acceso también a esa información, que resulta necesaria.
Otra sugerencia: que protejan con materiales acolchados los andamios que se encuentran a su paso por la calle. «El palo no te protege el cuerpo y es muy fácil que te lleves más de un coscorrón». Las aceras están repletas de peligrosos obstáculos para quien no los puede ver, «así que tienes que ir pendiente de muchas cosas, no puedes ir relajada». Para Cristina, sería todo un sueño tener la libertad de andar sola por el Peine del Viento.
Cuando Cristina realiza esta petición, María Ángeles Fortuna asiente. Fue perdiendo lentamente la vista y para ella el bastón es indispensable. Tanto Cristina como María Ángeles necesitan la ayuda de alguien que les posibilite realizar tareas tan cotidianas pero tan inaccesibles para ellas, como leer la factura del agua, los últimos movimientos de la libreta o hacer la compra. Tampoco es sencillo sacar la basura. Cuentan que los contenedores no están adaptados para invidentes. María Ángeles se sabe la teoría. «El azul para el papel, el amarillo para envases... pero, claro, nosotras ¿cómo sabemos de qué color es y dónde tenemos que echarlo?».
Otro obstáculo: muchos cajeros no están adaptados a este tipo de discapacidad, aunque Cristina conoce uno, situado en la calle Garibay, que sí está preparado «porque lo pusieron de prueba».

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