A veces me meto en el bullicio y disfruto junto a las personas que pasean y se paran a escuchar el sonido del serrucho.
Como Adriano, más de una vez había visto a Budy pararse, escuchar un buen rato su música. Era evidente que disfrutaba infinitamente.
Lo cierto es que el día que Budy se acercó a Adriano, no para echarle una moneda, sino para darle un libro, no sé por qué, pero algo me dijo que le estaba dando alguna cosa especial. ¡Y vaya si era especial! En cuanto comenzamos a caminar hacia la estación para coger el tren de vuelta a casa, mientras Adriano cargaba con las cosas, yo ya iba leyendo el libro. Y así todo el trayecto, hasta llegar a casa. Después de noche otro trocito y, al día siguiente por la mañana
todo del tirón.
Es un libro de esos que comienzas a leer y hay algo que no te deja parar. Quieres más, más y más. Y sigues hasta que terminas y te quedas con el mejor de los sabores de boca.
Como os podréis imaginar, después de esto yo tenía muchísimas ganas de conocerle y, casualmente, al día siguiente, volvió a pasarse por el paseo de la Concha y Adriano me lo presentó. Lo cierto es que para mí ha sido un encuentro increíble. Todo lo que se puede decir de él y de su libro ya lo ha dicho Adriano ahí arriba, no voy a repetirme, pero Budy, leer tu libro ha supuesto para mí un gran aprendizaje. Eres increíble tío.
Y conocerte después de haberlo leído ha sido una mezcla de sensaciones. De repente te encuentras hablando con alguien que acabas de conocer, pero de quien sabes un montón de cosas y con quien te pasarías horas y horas charlando. Nos preguntaba ese día Budy que qué era lo que más nos había impactado del libro y yo le dije: ¡Joder! Menuda pregunta, es casi imposible de responder... Os animo a todos a que lo leáis y saquéis vuestra propia conclusión.
Yo también le doy las gracias a Budy.
A él y a su constante sonrisa que tanto me gusta.
Como Adriano, más de una vez había visto a Budy pararse, escuchar un buen rato su música. Era evidente que disfrutaba infinitamente.
Lo cierto es que el día que Budy se acercó a Adriano, no para echarle una moneda, sino para darle un libro, no sé por qué, pero algo me dijo que le estaba dando alguna cosa especial. ¡Y vaya si era especial! En cuanto comenzamos a caminar hacia la estación para coger el tren de vuelta a casa, mientras Adriano cargaba con las cosas, yo ya iba leyendo el libro. Y así todo el trayecto, hasta llegar a casa. Después de noche otro trocito y, al día siguiente por la mañana
todo del tirón.
Es un libro de esos que comienzas a leer y hay algo que no te deja parar. Quieres más, más y más. Y sigues hasta que terminas y te quedas con el mejor de los sabores de boca.
Como os podréis imaginar, después de esto yo tenía muchísimas ganas de conocerle y, casualmente, al día siguiente, volvió a pasarse por el paseo de la Concha y Adriano me lo presentó. Lo cierto es que para mí ha sido un encuentro increíble. Todo lo que se puede decir de él y de su libro ya lo ha dicho Adriano ahí arriba, no voy a repetirme, pero Budy, leer tu libro ha supuesto para mí un gran aprendizaje. Eres increíble tío.
Y conocerte después de haberlo leído ha sido una mezcla de sensaciones. De repente te encuentras hablando con alguien que acabas de conocer, pero de quien sabes un montón de cosas y con quien te pasarías horas y horas charlando. Nos preguntaba ese día Budy que qué era lo que más nos había impactado del libro y yo le dije: ¡Joder! Menuda pregunta, es casi imposible de responder... Os animo a todos a que lo leáis y saquéis vuestra propia conclusión.
Yo también le doy las gracias a Budy.
A él y a su constante sonrisa que tanto me gusta.
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