miércoles, 18 de mayo de 2016

«El Sespa se niega a pagarme una silla de ruedas eléctrica», Ángela con esclerosis múltiple



Es maestra titulada, pero apenas ejerció. Cuando cursaba primer curso de la carrera «se me durmieron las piernas tres meses». Fue el primer aviso de lo que estaba por llegar. Esclerosis múltiple. Una dolencia del sistema nervioso que llega sin aviso. No es hereditaria ni contagiosa. Produce fatiga, falta de equilibrio, dolor, temblor, alteraciones motoras y cognitivas. Obliga al paciente a utilizar una silla de ruedas. Primero, sin automatismos. Aunque pronto el cansancio y el dolor muscular obliga a utilizar un dispositivo electrónico.
«Sin embargo, el Servicio de Salud del Principado (Sespa) no me paga esa silla eléctrica. Dice que muevo las manos y que no la necesito». Así lo asegura Ángela Ordieres, una gijonesa de 34 años que ayer mismo presentó una queja ante el Hospital de Cabueñes. Reclama el cambio «de médico especialista en rehabilitación», porque el actual le ha dejado claro que «no me receta la silla eléctrica». Según aseguró, el galeno le dijo que «sabe que el Sespa anula esas recetas cuando el usuario todavía tiene movilidad en los brazos». Mientras habla, repasa sus informes: «Minusvalía del 70% ampliable al 85% tras la operación de prótesis de rodilla que acaban de hacer». Casi una minusvalía total, «que al Sespa no le vale».
300 euros de pensión
Para la sanidad pública asturiana, «debo seguir en al silla tradicional, pero ya no tengo fuerzas para empujarla. Sobre todo, porque tengo que llevar a diario a mi hijo al colegio. Lo llevo sentado en mi regazo, porque solo tiene tres años». Cuidar del pequeño Nel la mantiene activa, «pero agotada», por lo que hace una semana «decidimos comprar por nuestra cuenta la silla de ruedas eléctrica».
Fueron 3.100 euros de inversión financiados. Porque en casa de Ángela Ordieres entra el sueldo de su marido, empleado de Tenneco, y su pensión «de solo 300 euros. No nos llega». La ONG Ningún niño sin cenar ha iniciado una recogida de fondos para financiar esa silla de ruedas eléctrica que ella ya ha comprado. «Y lo agradezco muchísimo, pero yo lo que quiero es que se reconozcan nuestros derechos. Que recorten por otro lado, pero no en ayudas a las personas con discapacidad. No hay derecho». Asegura que seguirá «hasta que me la paguen».

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