jueves, 25 de septiembre de 2014

Dame pan y llámame sinvergüenza


24.09.2014 | 05:26


Dame pan y llámame sinvergüenza
Dame pan y llámame sinvergüenza
En estos días, sus señorías comienzan un nuevo curso político, espero que con renovadas energías, después de cobrar su paga extraordinaria y pertinentes retribuciones por haber asistido a los plenos o a las comisiones que tienen asignadas, que sin duda les habrán permitido tan merecido y supongo que agradable descanso. Son más listos que nosotros los dependientes de esta Comunidad, que somos repetidores: en el atraso de percepciones siguen debiéndonos dos meses, atrasos en la valoración del grado de dependencia que luego se alarga más pues tienen la extraña costumbre de valorar por debajo de nuestra propia discapacidad. Me viene a la memoria el caso de mi amigo Luis –que en paz descanse–, que le llegó la valoración en pleno duelo. La gracia que le dio a su viuda, Paqui, y a sus hijos se la pueden imaginar. Eso sí, mi amigo se ahorró recurrir la valoración. Seguimos repitiendo en el copago en los recortes que sufre la sanidad pública y los servicios sociales.
Así que a la faena, diputados y diputadas de la Comunidad Valenciana, a trabajar en mejorar la dependencia. A nosotros nos hubiera gustado renovar aunque fuera la energía, pero a falta de vacaciones seguimos frecuentando los mismos lugares de costumbre si no nos rompemos el cuello en el trayecto con los rebajes existentes y los que incomprensiblemente se olvidaron hacer, con las mismas moscas que miren que son pesadas, como si nos las mandasen ustedes para jodernos más. Seguimos hablando de lo mismo: que si Fulano no toma la medicación porque lo prioritario es comer, que si a Citano le deben una asignación reconocida por la Conselleria desde hace años, con la ya habitual y manida escusa de falta de recursos económicos? Al final de la conversación les tendrían que pitar los oídos, pero ya sé que no les pitan: ustedes son insensibles a las verdades que les decimos «tú dame pan y llámame sinvergüenza».
Lo que ha llegado a molestarnos es la incoherencia con la que se lanzan el baldazo de agua helada por la ELA, una iniciativa que tuvo el origen en Norteamérica y en principio logró dos objetivos: dar a conocer una terrible enfermedad y recaudar fondos para la investigación, ya que no es atractiva para las multinacionales farmacéuticas. Luego, lo del baldazo, se extendió por otros países y llegó hasta la Comunidad Valenciana y alguno de ustedes lo convirtió en su circo personal. Maldita la gracia que nos hace a los enfermos de ELA –que a la vez somos grandes dependientes– el que ahora se lancen cubos de agua los que tuvieron la desfachatez de dinamitar el Centro de Investigación Príncipe Felipe.
El CIPF, inaugurado en 2005, es ahora una sombra de lo que quiso ser. El espectacular complejo diseñado por Ramón Esteve y que tuvo un coste de 60 millones de euros, está a la mitad de su ocupación. Y la situación no se prevé halagüeña tal y como comentan desde el comité de empresa: «Cada vez hay menos dinero, la Generalitat cada vez ha aportado menos y se van abandonando líneas de investigación. A final de año sabremos si siguen algunas, pero no se ha recuperado ninguna de las que se fueron», explican. De hecho, como centro, ha dejado de ser un centro de investigación en exclusiva para incluir un espacio como parque científico, según consta en la propia página web del CIPF.
Ahora nos vienen con cubitos de agua ustedes que han maltratado a los dependientes de esta Comunidad: no tienen vergüenza. Esto es lo que nos quedaba por ver, porque nos han demostrado sobradamente que mayor ineficiencia, imposible, ni mayor despilfarro, tampoco. El costo se va en políticas de autobombo (ver: Ciudad de la Luz, Ciudad de las Artes y las Ciencias, Parque temático Terra Mítica, circuito urbano de velocidad en Valencia, aeropuerto de Castellón, altos sueldos, coches oficiales, lujos, privilegios y la frivolidad de siempre).
Pero conocemos la solución para erradicar este mal en los próximos comicios: ni un dependiente en su casa, todos a votar, a corregir este mal que no nos deja vivir con la dignidad que merecemos.

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